Porque ver el cielo es recordar que el mundo sigue girando. El sol nos sonríe desde arriba y nos calienta, así estemos en 15 grados en Miami. Ver el cielo es, por un momento, detener el reloj. Pausar. Respirar. Disfrutar. Y en ese momento también realizar lo agradecida que estoy de estar aquí, en este momento de mi vida. Con todo y pandemia.
Friday, January 29, 2021
Cielo de Enero
Sunday, November 15, 2020
Here Comes the Sun (turururú)
Hoy salió el sol. Parece poca cosa, o algo muy común y ordinario, sobre todo para quiénes vivimos en Miami. Pero lo cierto es que venimos de seis semanas de constante lluvia, truenos, vientos huracanados (no exagero), una tormenta tropical y muchas muchas ganas de volver a la normalidad.
Tanto fue el tiempo que pasamos atormentados con el rugir del viento y cubiertos de un cielo negro que nos transformó el humor y el ánimo. Aquí estábamos visiblemente deprimidos y desmotivados con tanta nube gris. Quizá fue eso lo que nos hizo bajar la guardia, y las defensas. Quizá esa fue la invitación que necesitó el susodicho Novel-Coronavirus para entrar en nuestro hogar y hacer el ambiente aún más fúnebre.
Pero hoy vino el sol y se trajo consigo el buen humor y la motivación. Las ganas de sentirnos mejor. Las ganas de disfrutar el día a pesar de estar en "arresto domiciliario", o cuarentena, durante 10 días más.
Salió el sol y nos da la sensación de que la peor parte de esta enfermedad ya ha sido superada, pero la verdad es que tampoco nos atrevemos a cantar victoria. Mucho hemos escuchado ya de que cuando todo parece haberse ido, el virus vuelve a atacar. Así que por ahora estamos disfrutando del presente. Sea tregua o nueva realidad, lo que tenemos es el aquí y el ahora.
Así que sin más hoy brindo por un nuevo día, uno que está lleno de posibilidad y de ganas de escribir.
Wednesday, September 23, 2020
Re-empatada con la ficción
Después de leer solo libros de no-ficción en los últimos 4 años, este verano de forma casi fortuita me he re-encontrado con la ficción y estoy encantada. Supongo que no sabía cuánto lo extrañaba hasta que me volví a encontrar enganchada en una historia de esas que no puedes soltar. Hace unos minutos me terminé la bilogía "Canciones y Recuerdos" de Elisabet Benavent y wow, ¡cuánto la he disfrutado! Me transportó a mis early 20s, cuando me encantaba leer novelas españolas de Almudena Grndes, Rosa Montero y de nuevo recuerdo el por qué. Es tan distinto lo que uno saca de leer novelas a leer no-ficción- en lo particular leía libros de superación personal que me llenaban de aprendizajes y de gasolina para enfrentar la vida con ánimos. Pero sumergirse en una historia fantástica es de cierta forma vivir esa historia, lo cual le pone picante a mi vida y me transporta a otro mundo a ratos y eso, también, es reconfortante.
Thursday, September 10, 2020
Cosmos, Netflix and Chill
Cuando uno es mamá, esposa, y consultora, el "tiempo libre" se resume en estos escasos momentos. Probablemente estuviese inmersa en algún libro de @BetaCoqueta pero mi Kindle desapareció de la noche a la mañana, literalmente. No me hallo sin él pero entiendo que TIENE que aparecer. El sábado en la noche leí hasta que ya no podía más del sueño y el domingo ya no apareció.
El concepto de la película estuvo chévere. Pero me quedo con la sensación de que pudo ser tanto mejor. Me encantó que fuese en Perú. Que ella trabajara en Publicidad. Sus amigos, el apto, todo esa parte estuvo chévere. Pero las partes narrativas dejaban mucho qué desear.
Saturday, August 8, 2020
Uninvited
Hoy, por tercer día consecutivo, bajé a ver el amanecer y a meditar con Olivia. Es una práctica que me encantaría convertir en rutina para que empecemos el día en armonía. El caso es que hoy, estando allá abajo, contemplando el cielo que estaba lleno de nubes, mitad negras y mitad blancas, se nos acercó una señora mayor como de 85 años. La señora se nos presentó muy amablemente y estaba enternecida con Olivia, haciéndole caras/muecas, diciéndome que qué bebé tan bella y risueña etc. El caso es que rápidamente, y sin ningún tipo de invitación, empezó a echarme cuentos horribles del edificio donde vivimos.
Las historias de terror las iba contando entre sonrisas y cumplidos hacia Olivia, y diciéndole cosas como "Yo soy psicóloga de comportamientos, así que yo soy casi como un policía", como para darle credibilidad a sus testimonios absurdos. Cada historia que iba contando, era más inverosimil que la anterior. Argumentaba que tenía 47 años viviendo en el edificio y que lo había visto todo. Habló pestes de todos los vecinos y en especial de los miembros de la junta de condominio (que por cierto, son todos amigos nuestros), y evidentemente, a medida que iba contando historias, me di cuenta que la señora o es una psicópata tóxica, o sufre de demencia senil. No me extraña que esté enguerrada con todo el mundo del edificio, probablemente el motivo de su acercamiento iniciado por cumplidos y sonrisas, pues se le siente la desesperación por tener al menos una amiga en el edificio. Llegó al punto de decir que ella era millonaria, y que vivía en un apartamento de una habitación para disimular su fortuna. Que la gente en el edifcio le tenía envidia, y que ella no tenía la culpa del éxito de su marido. Me dijo "anota mi número, yo seré tu amiga".
Es de esas personas que se despiden, pero al segundo empiezan a echarte una anécdota nueva. A la tercera despedida e inicio de un chisme nuevo, la tuve que frenar en seco. "Señora, de verdad, no quiero escucharlo. Vine aquí a ver el amanecer y a meditar con mi hija, de verdad es que no me interesan esos cuentos". Le cambió la expresión en la cara. Supongo que ella pensaba que finalmente había hecho una aliada en el edificio y en ese momento se dio cuenta de que no era el caso. "Ay, disculpa, si quieres meditar es que seguramente necesitas estar en calma.", me dice. "Sí, efectivamente," le digo, "no me interesan esas historias, quiero meditar sola con mi hija". - "Ok, solo quería que esten a salvo". Se despidió y finalmente se fue caminando hacia donde estaba su esposo esperándola en el tiki de al lado.
Por supuesto ya no había forma de enfocarme en mi meditación. Pero me quedé contemplando el cielo unos segundos, y de nuevo me fijé en las nubes negras, muy al ladito de las blancas, como separadas por una línea diagonal invisible. Hacía un rato que se veían más las negras que las blancas. Parece mentira, pero se fue la señora y las nubes blancas empezaron a reclamar terreno y el sol poco a poco se fue haciendo más incandesciente. Ya yo me sentía con la mente perturbada, así que me paré, y me fui con mi gordita al extremo opuesto del área donde estaba la vieja tóxica, pero ya para el momento Olivia no soportaba más tiempo en el coche y nos tocó subir a la casa y empezar con el día. Heme aquí, en mi escritorio, escribiendo la anécdota y ahora sí que el cielo está hermoso y el día promete playa o piscina y mucho, mucho sol.
Friday, August 7, 2020
Rutinas: ¿Amarlas u odiarlas?
“Here we go again, another day just like yesterday”. Una queja constante de mi esposo cuando se encuentra a si mismo repitiendo una tarea que hace que todos los días sean, a su parecer, exactamente igual al anterior. Prepararle el tetero a la gorda. Cerrar los shutters del balcón para que no le pegue el sol en el escritorio. Llamada de estatus a las 10am con sus compañeros de trabajo. En fin. A él estas pequeñas rutinas parecen agobiarle la mente a sobre nivel. Se siente en el ambiente una tensión, como un aire de frustración y desesperanza que viene con el repetir estas tareas a diario.
A mí, la verdad, me duele un poco esta actitud. De alguna manera pareciera que, aún sin hacerlo conscientemente, me lo tomo personal. Y es por que la verdad es que me siento un poco responsable pues quizá es precisamente mi falta de iniciativa de inventarnos planes nuevos, probar cosas distintas, la razón por la cuál pareciera que vivimos en un eterno ground-hog day.
Pero lo cierto es que a mí, en lo particular, me gustan las rutinas. Como los niños, I thrive when I have a routine. Hubo una época que tenía mi llamada “miracle morning routine” (MMR), que consistía en despertarme a ver el amanecer, escribir mis morning pages, meditar 12 minutos, rezarle a mi dream-board, journal y leer 1 hora. Todo eso lo hacía de 6 a 9am. Y de verdad sentía que mis días prosperaban gracias a esta rutina. Cuando no conseguía hacerla, era como si me hubiese despertado del lado equivocado de la cama. Todo me salía mal o no tenía ánimos para llevar a cabo las tareas del día. Esos días me sentía desmotivada. Tener una rutina, y hacer el esfuerzo de ser constante y mantenerla, a mí me da un propósito de vida. Es como la gasolina que necesita mi cuerpo y mi alma para sentirme alineada y enfocada. Por muchos años estuvimos yendo todos los viernes a almorzar pizza al mismo lugar y es que ¡nos encanta la pizza de ese sitio! Y sabemos, que siempre siempre siempre vamos a salir contentos de ahí. Hay algo agradable para mí en saber que el viernes vamos a tener nuestro weekly pizza outing. I look forward to it all week! Tengo muchas amigas a las que la sola idea de ir al mismo sitio todos los viernes, y pedir la misma cosa, les "crispa los nervios". Ahora en cuarentena, hemos tenido que ajustarnos a una nueva realidad y pues nos ha tocado pedir de sitios distintos a veces. It's OK! I miss it though...
Hay rutinas que no son divertidas, que son obligaciones, pero a mí me ayuda volverlas “rutina”. Por ejemplo. Bañar a mi gorda. Es una tarea que aunque a veces es divertida, también es tedioso, pues yo hago todo el esfuerzo para que ella lo disfrute y eso significa hablarle mucho, cantarle, darle masajistas mientras la enjabono, etc. Drena energía- Los primeros meses confieso que muchos eran los días en los que simplemente no la bañaba. Constantemente me encontraba sin energías, ni ganas de hacerlo. Era como una tarea fastidiosa, así como lavar la bañera. Cuando era recién nacida, es decir los primeros tres meses, no importaba mucho, porque incluso el pediatra recomendaba en ese entonces bañarla cada 2 o 3 días. Pero ya luego se volvió una necesidad bañarla a diario. Así que me propuse volverlo rutina. Todos los días, a las 7:00 pm puntual, tenía que estar bañando a mi gordita. Le pido a Alexa que active un cronómetro de 5 minutos, y esos 5 minutos soy doña eficiencia bañando a mi gorda. Se lo hago agradable, divertido, conveniente. La baño en el lavamanos que es super grande y cómodo y de esa forma la puedo manipular mejor y más rápidamente. De ahí la seco bien, le pongo su pañal nuevo, onesie y pijama. De ahí Martín ya la está esperando con su tetero en mano. Mientras Martín le da el tetero, yo le preparo su cuarto (cierro los backouts, saco los juguetes de su cuna, ordeno un poco el cuarto, etc). Y la idea es que al terminar el tetero, la acostamos a dormir en su cuna. Esto funcionó muy bien por unos meses. Ya no tanto, pero eso es tema de otra entrada.
SIn embargo no hay duda que hay dos caras a todas las monedas. Que todos los días sean tan predecibles e iguales unos a otros, obviamente los carga de aburrimiento. Hay algo hermoso y emocionante en que cada día esté lleno de posibilidad de algo nuevo. En Instagram sigo a varias personas que WOW, cada día pareciera estar lleno de aventuras diferentes al día anterior. Gente que pareciera no pensarlo, they just have an idea, and they go ahead and pursue it. Immediately. Sin pensarlo dos veces. Hacen “paddleboarding” a las 9pm bajo la luna llena. Limpian playas al amanecer. Van a clases de Yoga encima de un rooftop. Se reúnen con amigos distintos a hacer Happy Hour. Meditan. Usan aceites essenciales para relajarse. Cocinan comidas exóticas todas las tardes. ¡En fin! No life is an Instagram Life, lo sé, pero qué divino debe ser tener esa esponteneidad de poder hacer las cosas en el momento, sin planificación alguna.