Daniel tiene 27 años. Ciudadano de una Estocolmo fría y costosa, cinéfilo frustrado, contador público, solitario y soñador, se dedica a escribir guiones ignorados en sus minutos despejados de sumas, restas y multiplicaciones. Su vida tiene dos vertientes: la que vive en carne propia, y la que vive en sus películas clásicas predilectas, una vida junto con Ingrid Berman y Grace Kelly, donde el círculo cromático es sustituido por el Blanco y el Negro. Ahí, él no es un empleado más, no. Él es el protagonista.
En su día a día interactúa con pocas personas, una vida de quien fuese un soñador eterno, algo así como Amelie. La realidad es su obligación, el oficio lo que le da los insumos para pasar las noches inmerso en su soledad fílmica, acompañado de cotufas y calefacción máxima. Pero un día, uno de esos tantos días en el que su VHS proyectaba 'Casablanca', se quedó dormido cuando Rick Blaine llega a Marruecos con el objetivo de establecerse ahí y vivir una nueva vida.
A la mañana siguiente, todo era muy claro para Daniel. Una visión entre ceja y ceja lo despertó y de repente, él sabía qué tenía que hacer, cuál era su nueva misión. Fue un momento mágico, de esos en los que uno siente que todos los elementos del cerebro hacen click. No se levantó para ir al trabajo. Se quedó en casa, dando vueltas alrededor de su cama maquinando hasta el último detalle para llevar esa visión, de lo abstracto, a lo concreto.
A la mañana siguiente, todo era muy claro para Daniel. Una visión entre ceja y ceja lo despertó y de repente, él sabía qué tenía que hacer, cuál era su nueva misión. Fue un momento mágico, de esos en los que uno siente que todos los elementos del cerebro hacen click. No se levantó para ir al trabajo. Se quedó en casa, dando vueltas alrededor de su cama maquinando hasta el último detalle para llevar esa visión, de lo abstracto, a lo concreto.
Sin mucha necesidad de esfuerzo, Daniel empacó sus pocas pertenencias, entre las cuales se hallaba su colección de películas clásicas, y le entregó la llave a la conserje del edificio para que se la devolviera a su dueña. Agarró el primer tren a Paris, la primera de muchas paradas que culminarían en su destino final: Marruecos. ¿Por qué no? Si Humphrey Bogart, disfrazado de Rick Blaine, lo logró, ¿quién dice que él no podía hacer lo mismo? Pues sí, el también alcanzaría a vivir su sueño y si no pues moriría en el intento pero se respetaría a si mismo por agarrar su vida por las riendas y tener los cojones de hacer lo que lo apasiona.
Después de mucho viajar, y conversaciones entusiastas con completos extraños para hablar del riesgo tan espectacular que estaba tomando en su vida, llegó a Casablanca. Una explosión de anaranjados en degradé vislumbró su vista y lo recibió con la certeza de que estaba viviendo su primera gran aventura.
Aquí Daniel ya no sería aquel contador público que sueña con ser cineasta y vive una vida ficticia. En Casablanca la ficción se convertiría en realidad y para ello Daniel empezó a presentarse como cineasta, guionista, director aficionado, captador de talentos, director de castings, editor profesional, lo que fuese necesario para posicionarse en la mente de la gente como un artista cinematográfico.
Ante una ciudad de película pero con pocas personas conocedoras o especialistas en el área, Daniel surgió como sol en la playa y se llenó de éxitos en pocos meses. Ante la felicidad y disonancia de ser ahora, casi más grande que su ídolo,a veces siente la sensación de estar viviendo un sueño, o una experiencia completamente irreal porque casi pareciera demasiado buena para ser verdad. En estos momentos extraños, para sacurdise de esa impresión, siempre es necesario un momento para él. Un momento para recordarse que realmente él siempre fue ese artista grandioso, simplemente le tocó vivir una etapa de su vida bajo la sombra de números y fracciones, que realmente no tenían nada que ver con su esencia. Unos minutos en la terraza de aquel estudio, respirando el aire fresco marroquí, son suficientes para darle -cada vez que lo necesita- la seguridad de estar viviendo una magnífica realidad, de esas que sólo ocurren cuando uno las sueña y las desea por mucho tiempo y con toda la fuerza del mundo.
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