Recuerdo que escuchaba una canción de lifehouse en la radio mientras manejaba a 120 para llegar a tiempo a mi curso de fotografía. La autopista estaba vacía (ésto ocurre escasas veces en Caracas) y mi celular probablemente sonó 5 veces pero no lo escuché, la música estaba a todo volumen y además de eso he adoptado la extraña manía de mantener el celular en silencio últimamente. Como si no quisiera escucharlo, a propósito. El curso estuvo algo intenso. Igual que la gente que estaba ahí. Yo sólo quería salir de allí, encerrarme en mi cuarto y dormir, dormir, dormir. Últimamente siento que tengo dos vidas: la que transcurre cuando estoy despierta, y la que vivo cuando duermo en mis sueños. Déjame decirte que la segunda no tiene nada que envidiarle a la primera, por el contrario la primera tiene mucho que envidiarle a la segunda. En mis sueños vivo en una eterna utopía. Tengo al hombre perfecto, soy una escritora súper exitosa y hago lo que se me antoje, cuando se me antoje. En mis sueños soy real y auténticamente feliz. En mi otra vida, no tanto. Trato de no idealizar mi vida somnífera. Trato de entender que realmente no existe, que no es real, que no es auténtica, que no es verdadera. Sin embargo estos últimos meses mi vida de día sólo existe para que llegue la noche y pueda transportarme a ese otro mundo infinitamente más divertido que el anterior. El teléfono marca 4 llamadas perdidas. No quiero saber ni de quién son. No quiero tener un aparato que me persiga por la vida. Mis padres me obligaron a meterme en latitude para saber dónde estoy a cada momento del día (ya que como verán, no contesto el celular). Detesto el control. Detesto la perecución. Detesto estar despierta.
Wednesday, March 18, 2009
La sombra del viento
Hace unas semanas me leí este libro y tengo decirles que me ha encantado! Hace años que no me enganchaba tanto una historia como lo hizo ésta, se las recomiendo enormemente, estoy segura que les va a encantar! y.. cómo sé que soy pésima contando argumentos/sinopsis sin dañarles la historia, copié el argumento de una página del libro y aquí se las dejo!
Un amanecer de 1945 un muchacho es conducido por su padre a un misterioso lugar oculto en el corazón de la ciudad vieja: El Cementerio de los Libros Olvidados. Allí, Daniel Sempere encuentra un libro maldito que cambiará el rumbo de su vida y le arrastrará a un laberinto de intrigas y secretos enterrados en el alma oscura de la ciudad. La Sombra del Viento es un misterio literario ambientado en la Barcelona de la primera mitad del siglo XX, desde los últimos esplendores del Modernismo a las tinieblas de la posguerra. La Sombra del Viento mezcla técnicas de relato de intriga, de novela histórica y de comedia de costumbres pero es, sobre todo, una tragedia histórica de amor cuyo eco se proyecta a través del tiempo. Con gran fuerza narrativa, el autor entrelaza tramas y enigmas a modo de muñecas rusas en un inolvidable relato sobre los secretos del corazón y el embrujo de los libros ,manteniendo la intriga hasta la última página.
Un amanecer de 1945 un muchacho es conducido por su padre a un misterioso lugar oculto en el corazón de la ciudad vieja: El Cementerio de los Libros Olvidados. Allí, Daniel Sempere encuentra un libro maldito que cambiará el rumbo de su vida y le arrastrará a un laberinto de intrigas y secretos enterrados en el alma oscura de la ciudad. La Sombra del Viento es un misterio literario ambientado en la Barcelona de la primera mitad del siglo XX, desde los últimos esplendores del Modernismo a las tinieblas de la posguerra. La Sombra del Viento mezcla técnicas de relato de intriga, de novela histórica y de comedia de costumbres pero es, sobre todo, una tragedia histórica de amor cuyo eco se proyecta a través del tiempo. Con gran fuerza narrativa, el autor entrelaza tramas y enigmas a modo de muñecas rusas en un inolvidable relato sobre los secretos del corazón y el embrujo de los libros ,manteniendo la intriga hasta la última página.
Tuesday, March 3, 2009
El karma de sufrir y el privilegio de ser felices
A lucho, que me iluminó con esta idea
Aquél no era un día cualquiera. Al alba del amanecer, en la ciudad de Ashgabat la poca iluminación que había era un crepúsculo cuya escasa luz hacía que todo pareciera del mismo color. Nawzad sabía que debía partir en ese instante, no antes y no después. Su esposa, Qalat, y sus tres hijos dormían en paz sin producir más ruido que el de sus respiraciones que parecían practicamente sincronisadas. Eran las 5y15 de la mañana y sabía que iba ser un día largo pero no había nada que hacer. Su deber era su deber.
Partió silenciosamente intentando no despertar a su familia. Caminó por varias calles desiertas hasta llegar al centro de la ciudad donde lo esperaba la construcción de una de las grandes obras de infraestructura que, bajo la presidencia de Niyazof, estaban convirtiendo Ashgabat en una especie de vanguardia mundial y a Qalat le gustaba ser parte de ese cambio. Así fuera un trabajo mal pagado, como todos los que podía ofrecerle su país. Allí sentía que su labrado trabajo como obrero iba dejando huellas en un monumento que sería luego visto y admirado por todo el mundo. Sus días estaban completos de 15 horas trabajando en las más arduas condiciones. El calor y la humedad solo ayudaban a otorgarle momentos de desesperación en el que el orgullo de su trabajo quedaba atrás y en lo único que podía pensar era en sumergirse en una piscina helada a nadar y refrescarse. Cuatro horas más tarde decidió echar una pequeña escapada a una bodega que quedaba a un par de cuadras de allí, donde compraría un agua para hidratarse. Sabía que estaba empañado en sudor y que la gente, o la poca gente que había en las calles, lo veían como un loco. No le importaba, en ese momento solo podía pensar en el vaso de agua que tanto anhelada. Mil pensamientos han podido pasarle por su mente, recuerdos de su familia, ambiciones de vida, observaciones ante lo que le rodeaba, pensamientos de cualquier tipo, pero no. Él sólo pensaba en el agua. Poco sabía Nawzad que sus minutos estaban contados, que iba ser víctima de una escena violentísima, en el que un hombre que había perdido todos los estribos, se vengaría de la traición de su esposa con el cajero de la bodega, tiroteando sin parar y matando a todo el que se le cruzara en el camino. Nawzad era uno de ellos. Un tiro le atravesó el corazón y lo mató en 1 segundo. No tuvo tiempo de pestañear, de pensar en sus familias, en la obra en la que dejaría de construir, y todo lo mucho, o lo poco que dejaba atrás.
La policía tardó una hora y 14 minutos en llegar a la bodega. Una vecina, que sintió los tiros y el escándalo de gritos y llantos llamó al cuerpo policial de Turkmenistán, quienes en el momento estaban ocupados atendiendo otros asesinatos, otros robos, otras muertes. La policía logró identificar la mayoría de los cuerpos que habían en el suelo de la bodega, casi todos cargaban su identificación en la billetera o en los bolsillos. Sabían que no se trataba de un robo y que estaban presenciando un crimen de naturaleza vengativa. Lo primero que debían hacer era notificarle a los familiares de las víctimas, lo sucedido. Quizá la parte más desagradable de la tarea policial.
Qalat y sus 3 hijos se encontraban en el patio lateral de la pequeña y humilde vivienda que habitaban. Los niños jugaban entre sí y ella los veía, y sonreía, convencida de que su familia era lo más preciado en su vida. Eran las 4 y 50 de la tarde cuando tres hombres uniformados tocaron furtivamente la puerta a la que rápidamente Qalat acudió para ver quién estaba enfrente. Cuando vio que estaba en presencia de tres hombres uniformados, sabía que nada podría estar bien. Las palabras del primer oficial le golpearon como un bálsamo al oido. No podía creer lo que estaba escuchando. Inmediatamente la desesperación la tumbó al suelo y sólo podia llorar de la tristeza que la invadió súbitamente al escuchar que su esposo había sido victima de un tiroteo y murió unas horas atrás. Los oficiales se fueron a los pocos minutos y la dejarón allí, sola y desamparada. Sus hijos seguían jugando inocente e ingenuamente en el patio lateral. Poco sabían que sus vidas estaban a punto de cambiar para siempre. Qalat se armó de valor y salió al patio. No pasaron dos minutos antes de que sus hijos se percataran de la palidez en su rostro y sus ojos hinchados de tanto llorar. A Qalat no le quedó otra que contarles lo que había sucedido. Ahora ya no sería ella la que lloraba sola y desamparadamente, si no los 4, en un llanto unísono de desesperación y shock al saber que la cabeza de la familia desaparecía para siempre.
A millones de kilómetros de Turkmenistán, un pequeño pueblo de Illinois, amaneció cubierto de nieve que no dejaba de caer del cielo. Ese sería el primer día, de muchos que quedaban, por nevar. Era el inicio de un invierno que duraría 4 meses y que aumentaría el consumo de gas en todo el estado. Rachel Johnson, madre soltera de 2 niñas rubias y preciosas se despertó ese sábado a prepararles el desayuno a sus dos hijas que pronto estarían pegando brincos por toda la casa, felices de ver nieve por la ventana y desesperadas por jugar en ella. Mientras cocinaba unas panquecas con cambur, el plato favorito de Zoey, la más pequeña, Rachel recordó su infancia al sur de California, sin nieve y sin frio y sin hermanas con quien jugar. Era hija única y como toda hija única fue muy consentida por sus padres que la adoraban por sobre todas las cosas. Extrañaba mucho a sus papás que hace años se fueron de los Estados Unidos con una promesa de recorrer el mundo- del que poco conocían. Escasas veces llamaban y Rachel, que sólo contaba con la presencia de sus dos hijas, los echaba mucho de menos.
Las niñas bajaron al tiempo en el que estaba la mesa servida y tuvieron un desayuno sensacional. Los fines de semana eran el momento predilecto de las niñas porque sabían que podian contar con la presencia de su madre full time, a diferencia de los días de semana en los que Rachel tendría que salir a trabajar de 9 a 6 de la tarde.
Después de comer, Rachel subió a sus niñas y las vistió bien abrigadas con suéteres y chaquetas de invierno, botas de nieve, gorritos, y guantes. Salieron al jardín de la casa y jugaron con la nieve. Las niñas abrian sus bocas y subian la cabeza para comer granitos de nieve que caian del cielo. Sabían que tenía prohibido comer de la nieve que ya estaba cubriendo la grama. Rachel veía a sus hijas y sabía que estaban super contentas y felices de estar allí, jugando y en presencia de su madre. Ella también estaba feliz de ver a sus hijas jugar y crecer y de poder estar con ellas ahí en ese momento. El día parecia sacado de un cuento de hadas. El cielo tenia un colo azul claro infinito y no había ni una sola nube en el cielo. El día estaba soleado y la temperatura era agradable. Entró un momento a la casa buscar la cámara para capturar ese momento para siempre. Sabía que era un día especial.
ACS
Partió silenciosamente intentando no despertar a su familia. Caminó por varias calles desiertas hasta llegar al centro de la ciudad donde lo esperaba la construcción de una de las grandes obras de infraestructura que, bajo la presidencia de Niyazof, estaban convirtiendo Ashgabat en una especie de vanguardia mundial y a Qalat le gustaba ser parte de ese cambio. Así fuera un trabajo mal pagado, como todos los que podía ofrecerle su país. Allí sentía que su labrado trabajo como obrero iba dejando huellas en un monumento que sería luego visto y admirado por todo el mundo. Sus días estaban completos de 15 horas trabajando en las más arduas condiciones. El calor y la humedad solo ayudaban a otorgarle momentos de desesperación en el que el orgullo de su trabajo quedaba atrás y en lo único que podía pensar era en sumergirse en una piscina helada a nadar y refrescarse. Cuatro horas más tarde decidió echar una pequeña escapada a una bodega que quedaba a un par de cuadras de allí, donde compraría un agua para hidratarse. Sabía que estaba empañado en sudor y que la gente, o la poca gente que había en las calles, lo veían como un loco. No le importaba, en ese momento solo podía pensar en el vaso de agua que tanto anhelada. Mil pensamientos han podido pasarle por su mente, recuerdos de su familia, ambiciones de vida, observaciones ante lo que le rodeaba, pensamientos de cualquier tipo, pero no. Él sólo pensaba en el agua. Poco sabía Nawzad que sus minutos estaban contados, que iba ser víctima de una escena violentísima, en el que un hombre que había perdido todos los estribos, se vengaría de la traición de su esposa con el cajero de la bodega, tiroteando sin parar y matando a todo el que se le cruzara en el camino. Nawzad era uno de ellos. Un tiro le atravesó el corazón y lo mató en 1 segundo. No tuvo tiempo de pestañear, de pensar en sus familias, en la obra en la que dejaría de construir, y todo lo mucho, o lo poco que dejaba atrás.
La policía tardó una hora y 14 minutos en llegar a la bodega. Una vecina, que sintió los tiros y el escándalo de gritos y llantos llamó al cuerpo policial de Turkmenistán, quienes en el momento estaban ocupados atendiendo otros asesinatos, otros robos, otras muertes. La policía logró identificar la mayoría de los cuerpos que habían en el suelo de la bodega, casi todos cargaban su identificación en la billetera o en los bolsillos. Sabían que no se trataba de un robo y que estaban presenciando un crimen de naturaleza vengativa. Lo primero que debían hacer era notificarle a los familiares de las víctimas, lo sucedido. Quizá la parte más desagradable de la tarea policial.
Qalat y sus 3 hijos se encontraban en el patio lateral de la pequeña y humilde vivienda que habitaban. Los niños jugaban entre sí y ella los veía, y sonreía, convencida de que su familia era lo más preciado en su vida. Eran las 4 y 50 de la tarde cuando tres hombres uniformados tocaron furtivamente la puerta a la que rápidamente Qalat acudió para ver quién estaba enfrente. Cuando vio que estaba en presencia de tres hombres uniformados, sabía que nada podría estar bien. Las palabras del primer oficial le golpearon como un bálsamo al oido. No podía creer lo que estaba escuchando. Inmediatamente la desesperación la tumbó al suelo y sólo podia llorar de la tristeza que la invadió súbitamente al escuchar que su esposo había sido victima de un tiroteo y murió unas horas atrás. Los oficiales se fueron a los pocos minutos y la dejarón allí, sola y desamparada. Sus hijos seguían jugando inocente e ingenuamente en el patio lateral. Poco sabían que sus vidas estaban a punto de cambiar para siempre. Qalat se armó de valor y salió al patio. No pasaron dos minutos antes de que sus hijos se percataran de la palidez en su rostro y sus ojos hinchados de tanto llorar. A Qalat no le quedó otra que contarles lo que había sucedido. Ahora ya no sería ella la que lloraba sola y desamparadamente, si no los 4, en un llanto unísono de desesperación y shock al saber que la cabeza de la familia desaparecía para siempre.
A millones de kilómetros de Turkmenistán, un pequeño pueblo de Illinois, amaneció cubierto de nieve que no dejaba de caer del cielo. Ese sería el primer día, de muchos que quedaban, por nevar. Era el inicio de un invierno que duraría 4 meses y que aumentaría el consumo de gas en todo el estado. Rachel Johnson, madre soltera de 2 niñas rubias y preciosas se despertó ese sábado a prepararles el desayuno a sus dos hijas que pronto estarían pegando brincos por toda la casa, felices de ver nieve por la ventana y desesperadas por jugar en ella. Mientras cocinaba unas panquecas con cambur, el plato favorito de Zoey, la más pequeña, Rachel recordó su infancia al sur de California, sin nieve y sin frio y sin hermanas con quien jugar. Era hija única y como toda hija única fue muy consentida por sus padres que la adoraban por sobre todas las cosas. Extrañaba mucho a sus papás que hace años se fueron de los Estados Unidos con una promesa de recorrer el mundo- del que poco conocían. Escasas veces llamaban y Rachel, que sólo contaba con la presencia de sus dos hijas, los echaba mucho de menos.
Las niñas bajaron al tiempo en el que estaba la mesa servida y tuvieron un desayuno sensacional. Los fines de semana eran el momento predilecto de las niñas porque sabían que podian contar con la presencia de su madre full time, a diferencia de los días de semana en los que Rachel tendría que salir a trabajar de 9 a 6 de la tarde.
Después de comer, Rachel subió a sus niñas y las vistió bien abrigadas con suéteres y chaquetas de invierno, botas de nieve, gorritos, y guantes. Salieron al jardín de la casa y jugaron con la nieve. Las niñas abrian sus bocas y subian la cabeza para comer granitos de nieve que caian del cielo. Sabían que tenía prohibido comer de la nieve que ya estaba cubriendo la grama. Rachel veía a sus hijas y sabía que estaban super contentas y felices de estar allí, jugando y en presencia de su madre. Ella también estaba feliz de ver a sus hijas jugar y crecer y de poder estar con ellas ahí en ese momento. El día parecia sacado de un cuento de hadas. El cielo tenia un colo azul claro infinito y no había ni una sola nube en el cielo. El día estaba soleado y la temperatura era agradable. Entró un momento a la casa buscar la cámara para capturar ese momento para siempre. Sabía que era un día especial.
ACS
Monday, March 2, 2009
un día peculiar
Hoy me levanté a las 6y20. Media hora antes sonó el despertador para anunciar el inicio de un nuevo día en el que sabía que tenía muchas cosas por hacer. Di varias vueltas, tratando de dormir un poco más y así saciar las ganas de quedarme en cama - al menos por un rato. Sin embargo, en esas tantas vueltas, no concilié ni un minuto de sueño, lo que me llevo a pararme finalmente de la cama, lavarme la cara, cepillarme los dientes y aceptar que ese era el día en que iba dejar de flojear y cumpliría con mis deberes.
Mis deberes constaban de: sacarme la licencia, el certificado médico e inscribirme en el 7mo semestre de Comunicación Social. Cabe destacar que los primeros dos deberes eran consecuencia de un robo a mano armada de hace 3 meses que me arrebató mi bolso (que incluía portamonedas, ipod nano de 2 meses de vida, paraguas, revista, y un reloj swatch) el día de las elecciones del 23N. Salí de mi casa a golpe de 6y40. Veinte minutos después me encontraba parada al final de una fila de 60 personas en la sede del INTT en El Llanito. Al cabo de cinco minutos ya tenía 6 personas a mis espaldas y este número iba aumentando paulatinamente con el transcurrir de las horas. Son muchas las conversaciones que uno escucha cuando está parada, impaciente, viendo el reloj cada 30 minutos para descubrir que realmente, solo han pasado 5 y que sigues parada en el mismo spot como una pendeja porque las oficinas no han abierto ni abrirán hasta las 9 de la mañana. Adelante mío había un señor, conductor de gandolas, que iba pendiente de renovar su licencia que había vencido, por cierto, hace 30 años. El señor se empeñó en asustarme con una cantidad de recaudos que según él me faltaban, como fotos carnet, un depósito adicional de 1,5 BsF y fotocopia del certificado médico - aunque tuviese la pestaña correspondiente. Yo intenté no hacerle caso, sabía que se había equivocado y que él tenía en sus manos los requisitos para sacar la licencia por primera vez.
Cansada de estar parada apoyada sobre mis dos pies, me resigné y me senté sobre el asfalto, como a quien no le importa ensunciarse el rabo con tal de estar cómoda las siguientes 5 horas. Saqué un libro de mi bolso que me entretuvo el día anterior y continué leyendo la novela de Carlos Ruiz Zafón que le sucede a la Sombra del Viento, El Juego del Ángel. Pasadas las 30, 50, 70, 130, 170, 200 páginas leidas yo seguía estando en mismo spot. "Increible" - pensé, mientras escuchaba a un chamo imprudente detrás de mi hablando de sus experiencias cuando vivió en Londres de intercambio, de su 4x4, de sus salidas al San Ignacio todas las noches y pensé que tal vez él no se había tomado un segundo para ver la gente que lo rodeaba, en su mayoría muy sencilla y humilde.
Finalmente la cola fue avanzando poco a poco, yo seguía sumergida en el libro que hizo de esas horas un grato agradable. A las 11 y 15 finalemnte me estaban tomando la foto para la nueva licencia, que a diferencia de la vieja, sirve como un documento de indentidad que debería sustituir a la infame cédula de identidad que pareciera impresa en casa y plastificada en cualquier esquina de la ciudad.
A las cinco horas y 10 minutos de espera total (desde que llegué a las 7 de la mañana) me hicieron entrega de mi nueva licencia y salí de aquél lugar corriendo para llegar a tiempo a las inscripciones en la universidad. El horario para inscribirme en el 7mo semestre era de 1 a 5 de la tarde. LLegué a las 12 y50. Como el proceso es por orden de llegada, al entrar en el recinto donde se suponía que todavía faltaban 10 minutos para empezar el proceso, ya yo era el número 378 y la escuela estaba cerrada hasta las 2 de la tarde por hora de almuerzo. Genial, pensé. Otras 5 horas de cola. Gracias a Dios este libro tiene 670 páginas para entretenerme en todas las horas de espera que quedan por venir. Hablando con mis amigos y compañeros de clase nos percatamos que todavía faltaban como 3 notas por cargar en el zonasistemas, hicimos varios viajes entre la feria, la escuela, el centro de derechos humanos, etc., en busca de profesores, calificaciones finales y pidiendo que nos cargaran las notas para que no nos salieran las materias pendientes a la hora de la inscripción. Todo lo que hicimos fue inutil. Esperamos 3 horas y todavía estaban atendiendo el número 130. Finalmente, a las 3 y media, nos dijeron que tendríamos que volver el jueves los del 7mo semestre debido a los retrasos de la escuela y el incompetente sistema de inscripción.
Salí, un poco molesta de haber perdido 3 horas de mi día (aunque en el fondo sabía que no las habia perdido totalmente, que el libro me habia entretenido gran parte de ese tiempo). Trate de conducir lo más rápido posible para llegar al Colegio de Médicos de Santa Fé antes que cerrara y así poder sacarme el certificado médico, mi tercer deber del día. En el camino vi como un motorizado se consiguió con otro, como por casualidad, y anduvieron uno al lado del otro como por 5 minitus, mientras sostenían una conversación en la que reían y charlaban como que la estaban pasando mundial. -wow, vaya casualidad- pensé. La autopista no estaba para nada congestionada y al cabo de 15 minutos ya estaba por Plaza Venezuela cuando veo que pasa una moto por mi lado izquiero y la chama que va atrás le pega un coñazo al camión que tenía enfrente, como una especie de broma para agarrar por desprevenido a su amigo, el conductor del camión, y se instalan a hablar con él, para lo que él decide reducir la velocidad y perjudicarnos a todos los que estamos detrás de él. -Otra casualidad- Pensé de inmediato en mi amiga Laura que insisite en que el himno de la vida debería de ser "It's a Small World After All" porque en esta sociedad de pañuelo todo el mundo conoce a todo el mundo y estamos todos interconectados. No sólo es la sociedad. Motorizados, camioneros, conserjes, empleados domésticos, panaderos y pare usted de contar también se conocen todos entre sí y muy a pesar de que son millones más que nosotros, también se consiguen en todos lados. Toqué varios cornetazos como la propia histérica menopáusica hasta que logré maniobrar para esquivar el idiota camión que me había atrasado como 5 minutos por hablar con su amigo motorizado.
Llegué a las 3:58 al Colegio de Médicos. Corrí a caja, baje a la oficina de Medicina Vial, y para mi sorpresa, me encontré con un compañero de clases que dos horas antes había visto en la universidad. Its-a-fucking-small-world-after-all. Eso no es todo. Antes de él había como 6 personas en cola para hacer el mismo trámite y lo que me da más risa es que en las 3 veces que he ido anteriormente, nunca me ha tocado hacer cola para eso, esa ofician siempre está vacía. No importa, pensé, qué son 8 personas cuando he esperado como 9 horas todo el día. De nuevo, para mi sorpresa, resultó que mi compañero de clases estaba acompañado de una niña cuya cara me resultó familiar. Luego de pensarlo un rato recordé que era familia mía. Una de las muchas primas Sosa que tengo y que conocí en una reunion que hizo una prima hace un tiempo para conocernos todos.
A medida de que iban pasando personas y finalemnte ya eramos 3 los que esperábamos, entramos a la pequeña salita de espera donde está la asistente de la doctora. La muchacha debe tener unos 29 años. Sé que trabaja ahí desde el primer certificado médico que me saqué, habrá sido en el 2003. La oficinita siempre huele a incienzo y esta vez no fue la excepción. Su escritorio siempre está repleto de objetos que extraños que comprendí hoy, eran amuletos propios de su religión -un nombre extrañísimo que ni recuerdo porque creo que nolo he escuchado nunca- pero por lo que logré descifrar entre la conversación que ella tenía con un muchacho quetambién estaba esperando, tiene algo que ver brujos y santeros.
Al salir de allí, con mi certificado médico en mano, hice una pequeña parada en Santa Rosa de Lima para conseguir el bolígrafo perfecto. Dicho artículo es una Energel de Pentel que he comprado como 7 veces en la librería de la unviersidad y con la que he escrito mis apuntes en los últimos 5 semestres y que, desafortunadamente, ya no venden. La busqué en la librería Kichi y tampoco la conseguí. Triste y molesta me conformé en aceptafr que probablemente el modelo está descontinuado y al no conseguir nada parecido me compré otro bolígrafo que no escribe igual que el susodicho,pero qué más da, con algo tengo que escribir.
Llegué a las 6 de la tarde de vuelta a mi casa. Con una licencia. Un certificado médico. Un bolígrafo que no me gusta y con 400 páginas leidas de un autor que se ha convertido en uno de mis predilectos.
Cansada de estar parada apoyada sobre mis dos pies, me resigné y me senté sobre el asfalto, como a quien no le importa ensunciarse el rabo con tal de estar cómoda las siguientes 5 horas. Saqué un libro de mi bolso que me entretuvo el día anterior y continué leyendo la novela de Carlos Ruiz Zafón que le sucede a la Sombra del Viento, El Juego del Ángel. Pasadas las 30, 50, 70, 130, 170, 200 páginas leidas yo seguía estando en mismo spot. "Increible" - pensé, mientras escuchaba a un chamo imprudente detrás de mi hablando de sus experiencias cuando vivió en Londres de intercambio, de su 4x4, de sus salidas al San Ignacio todas las noches y pensé que tal vez él no se había tomado un segundo para ver la gente que lo rodeaba, en su mayoría muy sencilla y humilde.
Finalmente la cola fue avanzando poco a poco, yo seguía sumergida en el libro que hizo de esas horas un grato agradable. A las 11 y 15 finalemnte me estaban tomando la foto para la nueva licencia, que a diferencia de la vieja, sirve como un documento de indentidad que debería sustituir a la infame cédula de identidad que pareciera impresa en casa y plastificada en cualquier esquina de la ciudad.
A las cinco horas y 10 minutos de espera total (desde que llegué a las 7 de la mañana) me hicieron entrega de mi nueva licencia y salí de aquél lugar corriendo para llegar a tiempo a las inscripciones en la universidad. El horario para inscribirme en el 7mo semestre era de 1 a 5 de la tarde. LLegué a las 12 y50. Como el proceso es por orden de llegada, al entrar en el recinto donde se suponía que todavía faltaban 10 minutos para empezar el proceso, ya yo era el número 378 y la escuela estaba cerrada hasta las 2 de la tarde por hora de almuerzo. Genial, pensé. Otras 5 horas de cola. Gracias a Dios este libro tiene 670 páginas para entretenerme en todas las horas de espera que quedan por venir. Hablando con mis amigos y compañeros de clase nos percatamos que todavía faltaban como 3 notas por cargar en el zonasistemas, hicimos varios viajes entre la feria, la escuela, el centro de derechos humanos, etc., en busca de profesores, calificaciones finales y pidiendo que nos cargaran las notas para que no nos salieran las materias pendientes a la hora de la inscripción. Todo lo que hicimos fue inutil. Esperamos 3 horas y todavía estaban atendiendo el número 130. Finalmente, a las 3 y media, nos dijeron que tendríamos que volver el jueves los del 7mo semestre debido a los retrasos de la escuela y el incompetente sistema de inscripción.
Salí, un poco molesta de haber perdido 3 horas de mi día (aunque en el fondo sabía que no las habia perdido totalmente, que el libro me habia entretenido gran parte de ese tiempo). Trate de conducir lo más rápido posible para llegar al Colegio de Médicos de Santa Fé antes que cerrara y así poder sacarme el certificado médico, mi tercer deber del día. En el camino vi como un motorizado se consiguió con otro, como por casualidad, y anduvieron uno al lado del otro como por 5 minitus, mientras sostenían una conversación en la que reían y charlaban como que la estaban pasando mundial. -wow, vaya casualidad- pensé. La autopista no estaba para nada congestionada y al cabo de 15 minutos ya estaba por Plaza Venezuela cuando veo que pasa una moto por mi lado izquiero y la chama que va atrás le pega un coñazo al camión que tenía enfrente, como una especie de broma para agarrar por desprevenido a su amigo, el conductor del camión, y se instalan a hablar con él, para lo que él decide reducir la velocidad y perjudicarnos a todos los que estamos detrás de él. -Otra casualidad- Pensé de inmediato en mi amiga Laura que insisite en que el himno de la vida debería de ser "It's a Small World After All" porque en esta sociedad de pañuelo todo el mundo conoce a todo el mundo y estamos todos interconectados. No sólo es la sociedad. Motorizados, camioneros, conserjes, empleados domésticos, panaderos y pare usted de contar también se conocen todos entre sí y muy a pesar de que son millones más que nosotros, también se consiguen en todos lados. Toqué varios cornetazos como la propia histérica menopáusica hasta que logré maniobrar para esquivar el idiota camión que me había atrasado como 5 minutos por hablar con su amigo motorizado.
Llegué a las 3:58 al Colegio de Médicos. Corrí a caja, baje a la oficina de Medicina Vial, y para mi sorpresa, me encontré con un compañero de clases que dos horas antes había visto en la universidad. Its-a-fucking-small-world-after-all. Eso no es todo. Antes de él había como 6 personas en cola para hacer el mismo trámite y lo que me da más risa es que en las 3 veces que he ido anteriormente, nunca me ha tocado hacer cola para eso, esa ofician siempre está vacía. No importa, pensé, qué son 8 personas cuando he esperado como 9 horas todo el día. De nuevo, para mi sorpresa, resultó que mi compañero de clases estaba acompañado de una niña cuya cara me resultó familiar. Luego de pensarlo un rato recordé que era familia mía. Una de las muchas primas Sosa que tengo y que conocí en una reunion que hizo una prima hace un tiempo para conocernos todos.
A medida de que iban pasando personas y finalemnte ya eramos 3 los que esperábamos, entramos a la pequeña salita de espera donde está la asistente de la doctora. La muchacha debe tener unos 29 años. Sé que trabaja ahí desde el primer certificado médico que me saqué, habrá sido en el 2003. La oficinita siempre huele a incienzo y esta vez no fue la excepción. Su escritorio siempre está repleto de objetos que extraños que comprendí hoy, eran amuletos propios de su religión -un nombre extrañísimo que ni recuerdo porque creo que nolo he escuchado nunca- pero por lo que logré descifrar entre la conversación que ella tenía con un muchacho quetambién estaba esperando, tiene algo que ver brujos y santeros.
Al salir de allí, con mi certificado médico en mano, hice una pequeña parada en Santa Rosa de Lima para conseguir el bolígrafo perfecto. Dicho artículo es una Energel de Pentel que he comprado como 7 veces en la librería de la unviersidad y con la que he escrito mis apuntes en los últimos 5 semestres y que, desafortunadamente, ya no venden. La busqué en la librería Kichi y tampoco la conseguí. Triste y molesta me conformé en aceptafr que probablemente el modelo está descontinuado y al no conseguir nada parecido me compré otro bolígrafo que no escribe igual que el susodicho,pero qué más da, con algo tengo que escribir.
Llegué a las 6 de la tarde de vuelta a mi casa. Con una licencia. Un certificado médico. Un bolígrafo que no me gusta y con 400 páginas leidas de un autor que se ha convertido en uno de mis predilectos.
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