Friday, October 22, 2010

El mensaje que no se dejó leer.

El reloj marcaba las 10:10 am. Reinaldo se preguntaba por qué todavía Carlota no había leído sus mensajes, escritos hacia muchas horas del día anterior, abandonados en el chat con una d minúscula que indicaba que el mensaje había sido enviado. Mas no leído.

Se imaginó cualquier cantidad de situaciones. Se quedó dormida. Chocó. Le robaron el Blackberry en el tráfico y ahora los malandros se están haciendo los locos. Se le cayó cuando se bajó del carro y no se ha dado cuenta de que está debajo de su auto, estacionado en el garaje de su casa. O tal vez se cayó en la piscina, se quedó sin batería, el perro se lo llevó y lo mordió hasta volverlo trizas. Quien sabe.

Pensó, tal vez, que pudo leer la vista previa desde el chat con otra amiga y fue suficiente para espantarle la idea de abrirlo y enfrentarlo en la conversación cibernauta. Pensó y pensó. Muchas cosas. Pero la verdad era una. Redonda y absoluta. Carlota permanecía sin leer el mensaje. Y ella tenía que leer el mensaje.

Se recordó de sus clases de Teorías de la Comunicación. Marshall McLuhan. El medio es el mensaje. Y empezó a ver todo más claro. Dentro de su cabeza, sólo una palabra rondeaba en su cerebro. Medio. Y llegó a su conclusión definitiva "Aquí lo que está fallando es el medio, evidentemente, hay un emisor, hay un receptor, y sin embargo el mensaje no ha sido recibido. Evidentemente. Tengo que cambiar el medio."

Agarró el celular. Marcó el número que por supuesto no se sabía de memoria, pero que tenía grabado en su agenda. Empezó a repicar. Su boca se empezó a secar. Las manos empezaron a sudar. Su corazón empezó a latir más y más rápido con cada repique del celular. Hasta que por fin escuchó algo en el fondo. Una de esas voces automatizadas de la empresa telefónica pidiendo que dejara un mensaje después del tono.

-hhola Carlota. Cómo estás. Es Reinaldo. Necesito hablar contigo. Por favor llámame apenas leas mis mensajes. Un
beeep.

Y trancó el teléfono brúscamente. Mientras se observaba en el espejo del baño. Tan fastidiado, nervioso e inseguro que hace 20 minutos. Cada vez que veía el celular para ver la hora o para ver si tenía alguna respuesta la pantallaba anunciaba prácticamente la misma falta de información. Números que transcurrían lentamente. Como quien se sienta a ver la arena transcurrir de un extramo a otro en un reloj de arenas grande sobre la mesa. Pensando en no pensar. En agarrar el carro e ir a buscarla. Pero primero no podía dejar de intentar todo lo demás.
Facebook.
Twitter.
Blogger.
Flickr.
Msn Messenger.
Hotmail.
Google Talk.

Y pare usted de contar. No habían signos de vida en ninguno de los perfiles de Carlota. Por lo menos no en día y medio. El número de su casa era completamente desconocido. ¿Quién da el número de su casa hoy en día? Y empezó a buscar las llaves del carro, hasta que se montó en él y se dio cuenta de que no tenía ni la menor idea en qué edificio vivía Carlota. ¿Cómo iba a ir a por ella?

Tenía meses hablando con ella todos los días a toda hora por el bendito chat. Se sabía hasta la historia de sus papás y primos. Quería invitarla a salir. Llevarla al cine, a cenar, a tomar, a bailar. Al parque. Quería agarrar su mano y conquistarla para siempre. Pero ella esperó y esperó.

Y ahora que llegó un nuevo mensaje, no sabe si le interesa leerlo.

Thursday, October 21, 2010

Y los días pasan, y pasan, *y ok, ya entendieron*

Otra de las verdades más grandes del mundo es que una persona, mientras más actividades tenga que hacer en el día, más cosas va hacer fuera de sus actividades regulares, que una persona que tiene una agenda vacía. No sé si me explico. Pero es como me dijo una tía cuando yo era pequeña. Mi amor, cuando necesites que alguien te haga un favor, pídeselo a la persona cercana a ti que esté más requete full. La que no hace nada nunca va conseguir el tiempo para hacerlo. O cómo explican ustedes que mientras trabajaba a tiempo completo y estudiaba todas noches en la universidad, lograba escribir en este blog inter-diario, y ahora que sólo estudio en las noches, llevo a penas una entrada y esta que no sé ni siquiera si deba contar. No hay otra explicación. Porque la verdad no es que esté falta de inspiración. Es que he estado durmiendo "sabroso" (entre comillas porque estoy empezando a experimentar el insomnio por primera vez en mi vida), viendo televisión como que es lo más enriquecedor del mundo y flojeando en mi casa en general. Hasta llego tarde a la universidad todos los días. Sentía como una piquiña interna que me tenía un poco desconcertada (posiblemente porque ignoraba su causa) pero ahora que estoy aquí, sentada y con mis manos sobre este teclado, es más que obvio cuál era la razón. Y es que he estado evadiendo subir a hacer lo que me hace feliz, por floja, por más nada. Hago esta confesión porque siento que me acabo de quitar un kilo de encima, y ya sabrán como nos gusta a las mujeres eso de quitarnos un peso de encima. Además de escribir, extraño escribir ficción. Así que sin más preámbulos estoy decidida a presionar el botón "Publicar entrada" y proceder a escribir una nueva, pero con otra protagonista, otra voz, otra historia que contar.

¿Preparados? ¿Listos? ¡FUERA!

Wednesday, October 6, 2010

Se acabaron las vacaciones

Pareciera una verdad universal que cuando hacemos una lista casi infinita de metas a corto plazo, hacemos todo lo posible por no cumplirlas. Algo así me pasó con mi Summer Checklist. No lo he borrado para recordarme que eso de hacer listas soñadoras no funciona para mí. Es lo menos efectivo que hay. Mi intención era escribir todas las semanas en esta página, sin embargo pasé un mes entero sin publicar una sola entrada. Y la verdad es que no tengo remordimiento de conciencia. Eran mis vacaciones, mis merecidas vacaciones luego de 110 posts en ocho meses, creo que sencillamente necesitaba un descanso de todo: del trabajo, de la universidad, del blog, de Caracas. Sobre todo de Caracas.

Así que me fui, y estuve un mes respirando otro aire, en un ambiente distinto. La primera etapa del viaje fue verde, caliente, y pacífica. Estuve acompañada de seres queridos y una cama que me abrazaba fuertemente y no me dejaba ir. En un ambiente acogedor, como pocos, donde me sentí tranquila y feliz, llena de energía y vitamina b12, endorfinas producto del sol, el té con limón, en un jardín más hermoso que el de la película El Jardín Secreto (¿aguién se acuerda?); con ganas de pasar más tiempo en esa calma.

Luego vino la segunda etapa del viaje, completamente distinta a la primera, en la ciudad donde algún día espero vivir. Nueva York, la capital del mundo, donde no dependo de nadie si no de mis dos pies para hacer lo que sea. Donde pude salir, comer sabroso, leer, caminar (y caminar incluso de madrugada, sin pánico ni inseguridades), conocer un poco más de arte, música, paisajismos, otras culturas, otras personas. Hice nuevas amistades. Estuve conmigo misma. En Central Park, en el High Line, caminando por numerosas avenidas, paseando en la Universidad de Columbia, adelantando lo que pude de mi tesis, durmiendo hasta las 10 y en ocasiones 11 de la mañana, disfrutando de la brisa de otoño, el cambio de hojas, la ciudad cubierta de paraguas multicolores, botas de todos los tamaños, y mis dedos del pie congelados ante un clima que no lo vi venir.  Pasé horas viendo a la gente pasar desde un café y en ocasiones, desde un banquito cerca de un lago en el parque central de la ciudad. Imaginando la historia escondida detrás de las miradas vacías, las sonrisas auténticas, los pasos apresurados y los pensamientos sumergidos en el lago o en la luna, que era tan grande nos hacía pensar que con sólo estirar el brazo la podíamos tocar. 

Conocí los bares clandestinos conocidos como "Speak Easy", comí mi tan amado Pad Thai. Entré en un par de discotecas sólo para darme cuenta de que esa etapa ya fue superada y reemplazada por bares. Me encanta un bar. De eso también me di cuenta en este viaje. Me llené de ganas insaciables de estudiar y esforzarme para hacer posible mis anhelos. Saboreé la vida dentro de una ciudad que te ofrece todo lo que quieras recibir de ella. Inspiración, arte, cultura, diversidad de todo tipo, movimiento, pausa, tranquilidad, agotamiento, lo que fuese. Ahí está. Sólo tienes que estirar el brazo, abrir la mano, y agarrarlo.

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