Bajo un cielo sin estrellas, ajena a mis circunstancias e indiferente a los escasos hilos que me tejen a esta ciudad del mal, me vi en el reflejo del retrovisor. Parpadeé una, dos, tres veces, en un intento de reconstruirme en el reflejo, pero no, de repente ya yo era otra persona. Viéndome de frente. Juzgándome. ¿Qué carajo haces aquí todavía? No entiendes que el mundo es infinito. Que en vez de estar inmersa en un mar de automóviles, pensando en no pensar que el motorizado de al lado le tiene el ojo puesto a tu celular, puedes estar caminando por las calles de Praga, escribiendo sobre la última exposición de arte del Guggenheim, e incluso, bailando al ritmo del mejor tango en Buenos Aires. Qué manera de enfrascarte la vida en un lugar que no te ofrece la mitad de lo que tú le brindas.
El doble discurso se hacía cada vez más pesado y cada vez más certero. En mi cabeza las ideas se repetían como ecos de una fuerte disonancia cognitiva: por un lado el nacionalismo y las ganas de combatir los peores males y echarle bolas (es decir, una vida entera intentando construir una mejor Venezuela), y por el otro lado, mis sueños y ambiciones de convertirme en una estupenda e increible periodista cultural. Escribir de arte, música, teatro, en fin, de todas las facultades intelectuales del hombre que hacen del planeta un lugar sin igual. Estaba obstinada de la política. De la corrupción. De las constantes promesas sin cumplir y los atardeceres bañados en sangre, en una ciudad que recibe a la violencia como única opción de vida.
Qué arrecho es no ver más allá y conformarse con vivir una vida que no le permite a uno alcanzar su máximo potencial. Pienso en Gandhi. En Mandela. Sé que la cárcel sólo existe en la mente, ¿pero es que acaso el temor a que te maten no es una limitación tan arrecha como una cárcel? Sí. Sé que el temor también está en la mente. Pero lo que ocasiona el temor se hace cada vez más tangible y real ante nuestra mirada. Está ahí. Es un hecho. Una amenaza sin igual. Y yo ya no sé qué hacer con un mar de ambiciones y un metro cuadrado de posibilidades –en este país–. Siempre he odiado la gente que vive aquí sin ganas de echarle bolas, siempre anhelando la vida de quienes emigran. Critican y no dan lo mejor de sí. Pana, para eso vete. Este país no necesita gente así. (¿y es que acaso yo me estaba convirtiendo en esa persona tan detestable?) Cada vez más se me hace imposible juzgar a quienes buscan diferentes tierras dónde puedan abarcar el horizonte. ¿Egoístas? Por supuesto que lo son. Pero es su vida y por ahí uno debe empezar. “Hay que ser el cambio que uno quiere ver en el mundo” dice Gandhi. Los procesos deben empezar desde adentro.
Más allá de los límites, de las fronteras, no puedo evitar sentir un hambre voraz, un apetito hacia el mundo. Quiero ver la Monalisa, no en mi mente, no en un libro, lo quiero ver ahí, sobre la pared del Louvre, reccorrer el camino de Santiago, montar bicicleta a orillas del Danubio, visitar la ciudad de Los Ángeles y ver a nuestro querido Dudamel, que maldita sea nunca encuentro entradas para verlo aquí.
Es Caracas. La misma Caracas que a diario me devora. La Caracas que me empuja, cada día más, como si lo hubiese pensado, como si lo hubiese decidido. No te quiero, me dice. No te necesito. Muérete. Lárgate. ¿Qué prefieres? Juro que a veces siento que vivir aquí me plantea una única posibilidad: vivir de la ficción. De la creatividad. Inventar para no rozar la realidad. Crear un mundo alternativo dentro de uno caótico.
Y entonces, ¿Por qué no me voy? Será mi familia. Mis amigos. La universidad. La carrera. El trabajo. La rutina. El idioma. El clima. El Ávila. El pabellón. El bienmesabe. Mis raices. Mi identidad. Mi país.
Al final, claro que estoy atada. Y no es fácil. Nunca lo es.
7 comments:
Decisiones...
Ani: Sos una escritora de la puta madre. Te felicito. Me encantó el artículo. Yo soy de Buenos Aires, así que me siento bastante identificada, sobre todo porque nuestros países son bastantes parecidos... (Chavez, Kirchner...)-
Voy a seguir tu blog. Y ya verás que te convertirás en una escritora reconocida. Lo mejor para vos!!
Saludos,
Sol
Bueno, estimada Ani: Yo creo que entre gente de nuestro estrato quedarse en verdad es lo más cómodo.
Uno aquí se siente el amo del valle: Puedes ir a los mejores restoranes, en cualquier discoteca pasas, tienes señora de servicio, etc. Para mi lo que disuade a la gente de irse es la incertidumbre de cómo te puede ir en el extrangero. Más vale malo conocido que bueno por conocer..
Pedro el egoista
Ah! Y estoy buscando a Lanata para que visite mi blog así que si alguien lo conoce o conoce a alguien que lo conoce,,, bueno, puede decirle, que hay una chica, dueña de un blog que se llama revistaq.blogspot.com; que lo está buscando, dale, no?
Sol: mil gracias por tus palabras!! me subes el blog-estima. No conozco a Lanata pero, fiel al nombre que me asignó mi jefa "Googliana" ya lo googlié y me llama la atención sus escritos!! jejeje. Tu mensaje me puso a pensar mucho pues si me llego a ir de Vzla en un futuro, una de mis opciones principales es BUenos Aires. Tú que vives allá, cuéntame: ¿Qué tan bien se vive?
Pedro: Jajaja, eso es tan relativo... el único restaurante que mis amigos y yo frecuentamos últimamente es FRIDAYS (por la promoción); la sds nos abandonó hace un año, y por ende ya soy experta cocinando desayuno, almuerzo y cena en tiempo récord; pero indudablemente tener a la familia aquí te hace todo más fácil. Sin embargo, en la vida hay que arriesgarse a no ser "el amo del valle", así que Sr. Egoista, lo felicito.
DINOBAT: Pues sí! Decisiones...
¡¡magnífico, Ani!!
No lo había leído.
Está arrechamente bien escrito. Vergatario, para nosotros los maracuchos.
Yo he estado pensando mucho en eso. Mucho. De hecho, tengo por ahí (en algún papel) un post al respecto que no termino de buscar y transcribir porque lo detesto, no me gusta haberlo escrito. Pero lo voy a postear. Tenemos derecho a tener dudas, por mucho que queramos barrerlas con optimismo y sueños.
La forma en que lo escribiste (repito) te quedó del carajo. Me quito el sombrero, creo que en lo que yo escribí se ve más el remordimiento que la idea, y tú somehow venciste eso.
Sí, una está atada aquí.
Y hay que echarle bolas para expandir ese metro cuadrado.
Saludos! Un beso
Ani:
Es definitivamente egoismo.
Yo hice todo lo que pude mientras vivía en Venezuela hasta que mis deseos de cumplir mis sueños, esas metas que a a veces escribía en un papel a principios de año y todos esos anhelos de "ver" la vida desde el otro lado de la mazorca, me dieron un gran impulso a salir.
Malo conocido a veces no puede ser peor que el malo/bueno por conocer si se fijan los valores con tinta indeleble en el corazón.
La familia, los amigos, y Dios siempre te apoyan. Estés donde estés.
Me encantó este post.
-Una desertora en Amsterdam.
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