Monday, March 2, 2009

un día peculiar

Hoy me levanté a las 6y20. Media hora antes sonó el despertador para anunciar el inicio de un nuevo día en el que sabía que tenía muchas cosas por hacer. Di varias vueltas, tratando de dormir un poco más y así saciar las ganas de quedarme en cama - al menos por un rato. Sin embargo, en esas tantas vueltas, no concilié ni un minuto de sueño, lo que me llevo a pararme finalmente de la cama, lavarme la cara, cepillarme los dientes y aceptar que ese era el día en que iba dejar de flojear y cumpliría con mis deberes.

Mis deberes constaban de: sacarme la licencia, el certificado médico e inscribirme en el 7mo semestre de Comunicación Social. Cabe destacar que los primeros dos deberes eran consecuencia de un robo a mano armada de hace 3 meses que me arrebató mi bolso (que incluía portamonedas, ipod nano de 2 meses de vida, paraguas, revista, y un reloj swatch) el día de las elecciones del 23N. Salí de mi casa a golpe de 6y40. Veinte minutos después me encontraba parada al final de una fila de 60 personas en la sede del INTT en El Llanito. Al cabo de cinco minutos ya tenía 6 personas a mis espaldas y este número iba aumentando paulatinamente con el transcurrir de las horas. Son muchas las conversaciones que uno escucha cuando está parada, impaciente, viendo el reloj cada 30 minutos para descubrir que realmente, solo han pasado 5 y que sigues parada en el mismo spot como una pendeja porque las oficinas no han abierto ni abrirán hasta las 9 de la mañana. Adelante mío había un señor, conductor de gandolas, que iba pendiente de renovar su licencia que había vencido, por cierto, hace 30 años. El señor se empeñó en asustarme con una cantidad de recaudos que según él me faltaban, como fotos carnet, un depósito adicional de 1,5 BsF y fotocopia del certificado médico - aunque tuviese la pestaña correspondiente. Yo intenté no hacerle caso, sabía que se había equivocado y que él tenía en sus manos los requisitos para sacar la licencia por primera vez.

Cansada de estar parada apoyada sobre mis dos pies, me resigné y me senté sobre el asfalto, como a quien no le importa ensunciarse el rabo con tal de estar cómoda las siguientes 5 horas. Saqué un libro de mi bolso que me entretuvo el día anterior y continué leyendo la novela de Carlos Ruiz Zafón que le sucede a la Sombra del Viento, El Juego del Ángel. Pasadas las 30, 50, 70, 130, 170, 200 páginas leidas yo seguía estando en mismo spot. "Increible" - pensé, mientras escuchaba a un chamo imprudente detrás de mi hablando de sus experiencias cuando vivió en Londres de intercambio, de su 4x4, de sus salidas al San Ignacio todas las noches y pensé que tal vez él no se había tomado un segundo para ver la gente que lo rodeaba, en su mayoría muy sencilla y humilde.

Finalmente la cola fue avanzando poco a poco, yo seguía sumergida en el libro que hizo de esas horas un grato agradable. A las 11 y 15 finalemnte me estaban tomando la foto para la nueva licencia, que a diferencia de la vieja, sirve como un documento de indentidad que debería sustituir a la infame cédula de identidad que pareciera impresa en casa y plastificada en cualquier esquina de la ciudad.

A las cinco horas y 10 minutos de espera total (desde que llegué a las 7 de la mañana) me hicieron entrega de mi nueva licencia y salí de aquél lugar corriendo para llegar a tiempo a las inscripciones en la universidad. El horario para inscribirme en el 7mo semestre era de 1 a 5 de la tarde. LLegué a las 12 y50. Como el proceso es por orden de llegada, al entrar en el recinto donde se suponía que todavía faltaban 10 minutos para empezar el proceso, ya yo era el número 378 y la escuela estaba cerrada hasta las 2 de la tarde por hora de almuerzo. Genial, pensé. Otras 5 horas de cola. Gracias a Dios este libro tiene 670 páginas para entretenerme en todas las horas de espera que quedan por venir. Hablando con mis amigos y compañeros de clase nos percatamos que todavía faltaban como 3 notas por cargar en el zonasistemas, hicimos varios viajes entre la feria, la escuela, el centro de derechos humanos, etc., en busca de profesores, calificaciones finales y pidiendo que nos cargaran las notas para que no nos salieran las materias pendientes a la hora de la inscripción. Todo lo que hicimos fue inutil. Esperamos 3 horas y todavía estaban atendiendo el número 130. Finalmente, a las 3 y media, nos dijeron que tendríamos que volver el jueves los del 7mo semestre debido a los retrasos de la escuela y el incompetente sistema de inscripción.

Salí, un poco molesta de haber perdido 3 horas de mi día (aunque en el fondo sabía que no las habia perdido totalmente, que el libro me habia entretenido gran parte de ese tiempo). Trate de conducir lo más rápido posible para llegar al Colegio de Médicos de Santa Fé antes que cerrara y así poder sacarme el certificado médico, mi tercer deber del día. En el camino vi como un motorizado se consiguió con otro, como por casualidad, y anduvieron uno al lado del otro como por 5 minitus, mientras sostenían una conversación en la que reían y charlaban como que la estaban pasando mundial. -wow, vaya casualidad- pensé. La autopista no estaba para nada congestionada y al cabo de 15 minutos ya estaba por Plaza Venezuela cuando veo que pasa una moto por mi lado izquiero y la chama que va atrás le pega un coñazo al camión que tenía enfrente, como una especie de broma para agarrar por desprevenido a su amigo, el conductor del camión, y se instalan a hablar con él, para lo que él decide reducir la velocidad y perjudicarnos a todos los que estamos detrás de él. -Otra casualidad- Pensé de inmediato en mi amiga Laura que insisite en que el himno de la vida debería de ser "It's a Small World After All" porque en esta sociedad de pañuelo todo el mundo conoce a todo el mundo y estamos todos interconectados. No sólo es la sociedad. Motorizados, camioneros, conserjes, empleados domésticos, panaderos y pare usted de contar también se conocen todos entre sí y muy a pesar de que son millones más que nosotros, también se consiguen en todos lados. Toqué varios cornetazos como la propia histérica menopáusica hasta que logré maniobrar para esquivar el idiota camión que me había atrasado como 5 minutos por hablar con su amigo motorizado.

Llegué a las 3:58 al Colegio de Médicos. Corrí a caja, baje a la oficina de Medicina Vial, y para mi sorpresa, me encontré con un compañero de clases que dos horas antes había visto en la universidad. Its-a-fucking-small-world-after-all. Eso no es todo. Antes de él había como 6 personas en cola para hacer el mismo trámite y lo que me da más risa es que en las 3 veces que he ido anteriormente, nunca me ha tocado hacer cola para eso, esa ofician siempre está vacía. No importa, pensé, qué son 8 personas cuando he esperado como 9 horas todo el día. De nuevo, para mi sorpresa, resultó que mi compañero de clases estaba acompañado de una niña cuya cara me resultó familiar. Luego de pensarlo un rato recordé que era familia mía. Una de las muchas primas Sosa que tengo y que conocí en una reunion que hizo una prima hace un tiempo para conocernos todos.

A medida de que iban pasando personas y finalemnte ya eramos 3 los que esperábamos, entramos a la pequeña salita de espera donde está la asistente de la doctora. La muchacha debe tener unos 29 años. Sé que trabaja ahí desde el primer certificado médico que me saqué, habrá sido en el 2003. La oficinita siempre huele a incienzo y esta vez no fue la excepción. Su escritorio siempre está repleto de objetos que extraños que comprendí hoy, eran amuletos propios de su religión -un nombre extrañísimo que ni recuerdo porque creo que nolo he escuchado nunca- pero por lo que logré descifrar entre la conversación que ella tenía con un muchacho quetambién estaba esperando, tiene algo que ver brujos y santeros.

Al salir de allí, con mi certificado médico en mano, hice una pequeña parada en Santa Rosa de Lima para conseguir el bolígrafo perfecto. Dicho artículo es una Energel de Pentel que he comprado como 7 veces en la librería de la unviersidad y con la que he escrito mis apuntes en los últimos 5 semestres y que, desafortunadamente, ya no venden. La busqué en la librería Kichi y tampoco la conseguí. Triste y molesta me conformé en aceptafr que probablemente el modelo está descontinuado y al no conseguir nada parecido me compré otro bolígrafo que no escribe igual que el susodicho,pero qué más da, con algo tengo que escribir.

Llegué a las 6 de la tarde de vuelta a mi casa. Con una licencia. Un certificado médico. Un bolígrafo que no me gusta y con 400 páginas leidas de un autor que se ha convertido en uno de mis predilectos.

2 comments:

César said...

jojojojo, que dia, mujer!
pero no me vas a decir que se siente bien que el dia te haya rendido para hacer todo?

un abrazo

Victor Marin Viloria said...

I missed you so much my little and crazy ana cristina barcelona!!

Welcome back my love!!

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