Ricky me pasó buscando a golpe de 7. Ya para ese entonces yo estaba muerto de hambre. En la mañana me meti una papa tan grande que ya a la hora de almuerzo no tenia apetito y no hay nada, nada, que más odie en este mundo que atragantarme comida sin hambre ni apetito. Así que tan sencillo como que no almorcé. Y por supuesto, ya a las 7 de la noche me quería comer no uno, sino 3 caballos si fuera posible. El camino al Paseo Las Mercedes se me hizo eterno, no sé si por pésima selección musical que tenía Ricky en el carro, por el tráfico, por el hambre, o por todas estas cosas en conjunto. Ricky hablaba de un problema que tuvo en la universidad con una profesora que lo cachó copiándose en un examen y ahora no quería dejar que cursara la materia con ella. Hay que ser bien bruto para no saberse copiar. Yo siempre he dicho, si te copias, te copias bien. Cuando se hace algo que tiene tanto riesgo como es copiarse, sólo puedes lograrlo si sabes bien cómo hacerlo. Finalmente llegamos y tuvimos que hacer cola para entrar en el estacionamiento. Increíble. Hasta en un centro comercial tan viejo, y extinto como el Paseo Las Mercedes tienes que hacer cola para entrar! No importa. Sabia que la comida valdría la pena. Entramos al Soma Café y ya Miguel y Eduardo estaban sentados en una mesa esperándonos. Miré alrededor para ver qué tal estaba el ambiente en el Trasnocho Cultural y cuando me volví ya Ricardo se había sentado por lo cual sólo quedaba un asiento. Me senté y enseguida ordenamos. Lo bueno de ese lugar es que no se tardan en traer la comida, realmente el servicio es eficiente. Pedí un rissotto de hongos para variar la pasta putanesca que siempre ordenaba. Eduardo lanzó un comentario a mitad de cena del cual nos cagamos de la risa un buen rato. “Parecemos dos parejas de maricos aquí sentados cenando, estás viendo lo que nos has hecho Marcos?” La verdad es que sí, no era un plan típico de 4 panas. “Lo que hacen por mí” dije.. y es verdad. Yo sabía que no habían dicho que no por lástima o qué se yo, pero a mi poco me importaban las razones por las cuales aceptaron mi propuesta de jueves por la noche. Entre una cosa y otra de repente sentí que la ví. Alta, blanca, pelo marrón caoba amarrado en un moño alto y un vestido (esta vez negro) con un escote en la espalda similar al pasado. Era ella. Eugenia. La mujer del vestido rojo que vi en el Trasnocho Lounge la vez que fui a ver Cita a Ciegas. No podía creerlo. El impacto en mi rostro era tal que los tres se dieron cuenta. Se rieron un rato de mi y reconocieron que sí, en efecto estaba divina. Yo quise saber más de ella. Su nombre verdadero, por ejemplo. Por qué siempre iba sóla para allá. Y vestida tan elegante. Quién era esa misteriosa mujer?
Sólo hay una forma de saberlo…
MS.
Sólo hay una forma de saberlo…
MS.