Hoy amanecí con un leve dolor de barriga. Pensé en todo menos en ti, te juro que no por fin no pensé en ti. Quería algo pero no sabía qué. Quería quitarme ese dolor que sentía por dentro, "quizá me tomo una pastilla" pensé. Y es que yo pensaba que tenía que ver con un dolor intestinal, con una mala digestión. Poco sabía yo que era otro tipo de dolor. Un dolor que tal vez tenía todo que ver con lo que sentía por dentro, pero yo, tan perdida en mi rutina pensaba que ya todo estaba bien, que ya otra vez estaba feliz, con otro alguien que llenaba el breve espacio en que ya no estás.
Me paseaba por la universidad con un sentimiento extraño que aún no lograba identificar. ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo hacerte sentir aquello? Algo así parecido a un susto inesperado, como aquel que una vez me echaste para quitarme el hipo. No recuerdo que tenía puesto, ni recuerdo que hacía en ese momento pero, tan inesperado cómo fue el haberte conocido, voltié el pescueso y ahí estabas tú. Tan sonriente, tan rosagante, tan tú. Riendo, echando cuentos cómo si aquí no ha pasado nada y tu sigues siendo el ser mas feliz del mundo. No, no sentí rabia ni melancolía ni envidia ni nada que se le parezca. Sentí impotencia. Impotencia porque lo único que quería era correr hacia tus brazos, abrazarte fuerte contra mí y decirte lo mucho que te quiero y la maldita falta que me has hecho. Sin embargo me aguanté las ganas de correr a tí. De besarte. De abrazarte. De quererte y adorarte. Me aguanté todo, pero no pude evitar gritarte, a los 15 metros que quizá nos separaban "Fulanito.. Fulanito " Pero tu seguías riendo, seguias echando tu cuento, tan concentrado como siempre, como un niño con cara de pillo. No me viste, no me escuchaste. Y yo, yo me sentía tan desnuda, tan frágil, tan cruda.. y ahí empecé a sentir el nudo en mi garganta, y eché a correr, pero en la otra dirección. Bien lejos de tí.
Poco a poco fui entendiendo, el malestar siempre fuiste tú, el presentimiento de que sabía te iba a ver después de tanto tiempo, de tantos besos. Y es que todavía sigues impregnado en mi piel, entrecruzado en mi corazón. Sigues estando en cada idea que me viene a la cabeza, en cada palabra que sale de mis labios, en cada beso que me niego a darle a cada clavo que me ofrece el olvido. Sigues estando de conductor de mi carro. En mi casa y en mis pensamientos. Sigues estando conmigo cada vez que me eche en la orilla del mar a contemplar la vista, sigues estando dentro de las historias de Caseopea, sigues en mi celular, en cada cuaderno y en cada escrito que escribo sobre este teclado. Sigues siendo tú, y sigues estando aquí.. y a mí no me queda más que esperar, esperar que algún bendito día te recuerdes de mí y decidas regresar.
Me paseaba por la universidad con un sentimiento extraño que aún no lograba identificar. ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo hacerte sentir aquello? Algo así parecido a un susto inesperado, como aquel que una vez me echaste para quitarme el hipo. No recuerdo que tenía puesto, ni recuerdo que hacía en ese momento pero, tan inesperado cómo fue el haberte conocido, voltié el pescueso y ahí estabas tú. Tan sonriente, tan rosagante, tan tú. Riendo, echando cuentos cómo si aquí no ha pasado nada y tu sigues siendo el ser mas feliz del mundo. No, no sentí rabia ni melancolía ni envidia ni nada que se le parezca. Sentí impotencia. Impotencia porque lo único que quería era correr hacia tus brazos, abrazarte fuerte contra mí y decirte lo mucho que te quiero y la maldita falta que me has hecho. Sin embargo me aguanté las ganas de correr a tí. De besarte. De abrazarte. De quererte y adorarte. Me aguanté todo, pero no pude evitar gritarte, a los 15 metros que quizá nos separaban "Fulanito.. Fulanito " Pero tu seguías riendo, seguias echando tu cuento, tan concentrado como siempre, como un niño con cara de pillo. No me viste, no me escuchaste. Y yo, yo me sentía tan desnuda, tan frágil, tan cruda.. y ahí empecé a sentir el nudo en mi garganta, y eché a correr, pero en la otra dirección. Bien lejos de tí.
Poco a poco fui entendiendo, el malestar siempre fuiste tú, el presentimiento de que sabía te iba a ver después de tanto tiempo, de tantos besos. Y es que todavía sigues impregnado en mi piel, entrecruzado en mi corazón. Sigues estando en cada idea que me viene a la cabeza, en cada palabra que sale de mis labios, en cada beso que me niego a darle a cada clavo que me ofrece el olvido. Sigues estando de conductor de mi carro. En mi casa y en mis pensamientos. Sigues estando conmigo cada vez que me eche en la orilla del mar a contemplar la vista, sigues estando dentro de las historias de Caseopea, sigues en mi celular, en cada cuaderno y en cada escrito que escribo sobre este teclado. Sigues siendo tú, y sigues estando aquí.. y a mí no me queda más que esperar, esperar que algún bendito día te recuerdes de mí y decidas regresar.
5 comments:
sigues estando en cada beso que me niego a darle a cada clavo que me ofrece el olvido.....
WOW.... so true.... i would like to forget him too but i can't... es horrible!!
excelente crónica de un despecho Anita. Muy sentida y, ante todo, muy sincera...
un abrazo
¡Apártense! que por allí viene Anita Poniatowska o Anita Mastretta
¡Éxitos!
Cada vez mejor, Congrats
Leo
Diossssssssss eres brillante, casi me sacas lágrimas, te lo juro que lo viví.
sigues estando en cada beso que me niego a darle a cada clavo que me ofrece el olvido.....
creo que nunca alguien pudo definirlo tan bien en palabras....
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