Hace case siete años tomé la decisión de emigrar a Estados Unidos. Viendo hacia atrás, Venezuela en ese momento era otra muy distinta a la que es hoy en día, y la verdad es que los últimos años que viví en ella, fui absolutamente feliz. Por esa razón, me cuesta creer que la decisión de irme tenía que ver con el país. Creo que estaba más motivada a la independencia que supone embarcar en una vida nueva en otro país: ese comenzar desde cero me daba ilusión. En ese momento para mí no había nada más glorioso que escribir. Era lo que más me gustaba hacer, y lo hacía todos los días. Tenía un blog que actualizaba muy constantemente, y cuando no escribía en el blog, igual estaba escribiendo. Pero así como escribía, también trabajaba, estudiaba, tenía una vida social, familiar, y muchos compromisos y responsabilidades ajenas a esa pasión. La sola idea de poder dedicarme un par de años a sólo escribir, o que eso fuese el foco de mi tiempo, y de mi responsabilidad conmigo misma, me entusiasmaba muchísimo.
Así que me puse a aplicar como loca para hacer un postgrado de escritura creativa y fui centrando todos mis esfuerzos hacia esa meta. Poder irme dependía de un sin fin de factores que se escapaban por completo de mi control, algo que viendo hacia atrás, me doy cuenta era una sensación nueva en mi vida. Era la sensación de estar en limbo. De no saber cómo iba a ser mi vida solo dos o tres meses después. ¿Posibilidades? Miles. Pero un sólo desenlace me causaba ilusión.
Ahí comencé a hacer los “vision boards” , a rezarle a Dios, a la Virgen del Valle y la Virgen Milagrosa, al Universo, a San Nicolás De Bari, San Judas Tadeo, a mis abuelitos (que ya estaban re-encontrados en el cielo) y en todos ellos puse la confianza de que todas las fichas se iban a mover a mi favor.
Y así fue.
Una a una todas las cosas se fueron dando, ¡hasta las más difíciles y casi imposible se dieron! Me aprobaron la visa, me aprobaron Cadivi, a pesar de ser la última en una eterna lista de espera para vivir en la universidad, el día en el que empezaron las clases me llamaron a ofrecerme el mejor housing posible e imaginable. A los pocos meses me cayó del cielo un trabajo en la universidad que además de becarme por completo el post grado, me permitió tener un ingreso estable además de mil oportunidades más.
Fueron dos años que pasaron demasiado rápido pero que disfruté enormemente. Al graduarme, tomé la decisión de mudarme a Miami. Apliqué a 70 trabajos en un par de días y a las dos semanas ya había conseguido empleo con promesa de visa de trabajo. Al año, cuando apliqué a la visa de trabajo (que ya para ese momento era una lotería donde había 50% chance de quedar) me tocó de nuevo vivir este limbo de que mi futuro inmediato era incierto y ya no dependía de mí y que estaba, en ese momento, completamente fuera de mi control.
Así que de nuevo puse mi fe y confianza en el Universo, en Dios, en mis abuelitos, en mi vision board. Y en dos semanas, tuve respuesta aprobatoria. El poder de creer. El poder de atraer las cosas y estar 100% convencidos de que se van a dar, es el poder más grande que tenemos.
Los últimos cuatro años los dediqué casi por completo a mi trabajo. Le he echado un cerro de bolas, he crecido, he aprendido, me he ganado mi propio respeto a nivel profesional. En lo personal muchas cosas lindas han pasado también, la más importante es haber conocido al amor de mi vida. Hoy los dos nos encontramos de nuevo en una situación en la que nuestro futuro inmediato no depende de nosotros, de nuevo en ese limbo ya tan conocido, y juntos estamos poniendo nuestra fé en y confianza en Dios, en EL Universo, en mis abuelitos (que son mis ángeles guardianes), los santos, las vírgenes y estamos, los dos, 100% convencidos de que ellos se encargarán de que lo que se tenga que dar, se va a dar y sobre todo que sea lo que sea, será lo que más nos conviene.
Así que hay un poco de ansiedad, pero también hay paz, hay optimismo y hay emoción de lo que está por venir.
1 comment:
me encanta esto! i need more of this!
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