Después de cinco meses en "cuarentena" ya todo, o nada, sorprende. ¿Qué más da que seamos el nuevo epicentro mundial? Si igual ya salir a comer en un restaurante es una imposibilidad. Si ya nos hemos acostumbrado a desinfectar el mercado como si todo estuviese cubierto del virus. Si mi bebé igual no sabe lo que es interactuar con otros bebés, ni sabe lo que es montarse en un columpio, y pues si no sabe lo que es nada de eso, tampoco lo puede extrañar. En tres semanas mi hija cumple un año, y aunque coqueteamos con la idea de celebrarlo en familia, la cruda verdad es que ahora mismo una simple reunión familiar es un lujo que no nos podemos permitir.
Y aunque parece que el mundo nos ha dado motivos para hundirnos en el encierro y deprimirnos, también tenemos muchos motivos para estar agradecidos con Dios y felices, con el corazón lleno. El sol sigue saliendo en las mañanas, regalándonos una lindísima mezcla de tonos rosas y azules que se reflejan en la bahía, aquella que tenemos el privilegio de ver apenas abrimos los ojos en la mañana. Nosotros seguimos trabajando, remoto, igual que lo hacíamos antes, incluso más y mejor. Ahora comemos más sano porque comemos comida casera siempre. Yo estoy lo más flaca que he estado en los últimos 25 años. Retomé la lectura hace un par de meses aunque ahora de nuevo la tengo algo abandonada. He retomado la TV (hay veces que pasamos meses sin prenderla). Y lo más fortuito ha sido ver a nuestra pequeñita crecer, transformarse de una bebé a una niñita hermosa y divertida, que nos regala sonrisas, aplausos y amapuches todos los minutos del día.
Todo esto pasará, quizá en un año, o dos, o a lo mejor en unos meses si tenemos suerte. Pero para entonces será un capítulo que pasará a la historia. Una historia de la cual todos formamos parte. Hace poco vi una serie que se llama "Anne with an E", de una niñita huérfana que es adoptada a los 8 años y el mundo le da un giro de 180 grados hacia el bien. En su nueva vida, la niñita todas las mañanas se levantaba muy ilusionada y emocionada de un nuevo día lleno de posibilidad. Que lindo, ¿no? Y es que es verdad, cada día está lleno de posibilidad y nosotros decidimos de qué humor estaremos, qué haremos para aprovecharlo, cómo disfrutar el día, etc. Esta mañana mi hija se despertó más temprano de lo usual, y mi esposo salió a trotar al ratico. Yo decidí ponerme mi máscara, montarla en su cochecito y bajar a ver el amanecer y meditar. Estando abajo me llené de "posibilidad" y ahora estoy aquí escribiendo en mi blog, cosa que no hacía desde el inicio de la cuarentena. Hoy he decretado que será un grandísimo día.
Amén.
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