Anoche vi una de las películas más lindas que he visto en mucho tiempo. Se trata de Agua para elefantes, un film basado en el aclamado best-seller de Sarah Gruens, una historia de circo, con mucho corazón, ubicada a principios de los años 30’s, durante la gran depresión norteamericana.
Para resumir la trama, sin arruinarles la historia, Jacob Jancowski (Rob Pattinson) pasó de tenerlo todo a tener nada, en un abrir y cerrar de ojos. Con una eduación Ivy League de veterinario –incompleta- bajo su manga, se encontró a si mismo caminando por un camino de tierra sin absolutamente nada a qué llamar suyo. De nuevo, su vida cambiaría por completo, cuando el destino lo hace cruzar caminos con el tren del circo Benzini que lo adoptaría como trabajador, veterinario y eventualmente como cuidador/domador/entrenador de Rosie, una hermosa elefante que August, el dueño del circo, adquirió con aras de convertirse en la atracción principal del espectáculo.
En este trayecto nos sumergimos en la vida de circo, una vida nómada, pobre de recursos pero rica en experiencias. Llena de talento, risas, crueldades injustificadas, animales de cualquier tipo y personajes excéntricos. Al ver la película, somos testigos de un turbulento triángulo amoroso. Nos enamoramos de Jacob, un muchacho noble y trabajador, responsable, (y sencillamente espectacular). Conocemos a Marlena, la hermosa esposa de August, quien es la estrella principal del circo. August, por su parte, interpretado por Christoph Waltz, es un hombre psicótico, agresivo, compulsivo, en momentos lo amas, en momentos lo odias.
En esta película vemos a un Robert Pattinson más maduro, menos amateur, realizando una interpretación impecable, sacando a la luz la complejidad de emociones que puede tener un joven en la situación de Jacob Jancowski. Físicamente también mejoró su apariencia si lo comparamos con la de Remember Me, o incluso, en la saga de Twilight.
Por otro lado, la actuación de Reese Witherspoon como Marlena es buena pero no es espectacular. Le falta más pasión, más química. Es un poco fría y rígida en algunas escenas en las que bien ha podido ser más suelta, agraciada y entregada. Aquí la vemos lo más delgada que la hemos visto jamás.
Sin embargo, sin lugar a dudas, el que se lleva todos los premios es Cristoph Waltz, quien una vez más triunfa al interpretar a un loco degenerado que en un abrir y cerrar de ojos puede transformarse de ser el hombre más dulce y simpático, al más cruel y desgraciado.
La dirección artística de la película es buena, aunque ha podido ser mejor. En momentos realmente no sentimos casi la depresión estadounidense, y para ser un tren que viajó por todos los Estados Unidos, nos faltó más visual de los paisajes. Sin embargo, en lo que corresponde al circo: los trenes, las carpas, los vestuarios de personajes, animales, etc-, todo muy bien representado.
En definitiva es una película llena de alma durante la cual van a disfrutar mucho adentrarse en la historia. ¡Vayan a verla! Y me cuentan qué tal. También, si alguno de mis lectores se leyó el libro, y vio la película, cuéntenme qué les pareció. Yo ahora voy a buscar el libro para leerlo. Siempre me ha parecido menos decepcionante hacerlo al revés.
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