Hoy fuimos a Playa Caribe. Sin duda, una de mis playas favoritas aquí en la isla. A mi parecer, la más chévere es Puerto Cruz, pero nadie nunca me complace con llevarme o acompañarme, así que ni modo. Llegamos directo al lounge de la francesa porque nos encanta la música que pone. Nosotras somos de las que preferimos cargar con nuestras sillas, cava, toallas, etc., antes de pagar una millonada todos los días por un toldo y servicio en la playa. (Además de que no necesitamos sombra, no nos gusta la sombra, no usamos la sombra). Pero igual nos encanta instalarnos cerca de la musiquita buena. Al final, la playa es pública. Y la playa es amplia. Hay espacio para todos.
Nos instalamos divinamente frente a los toldos desocupados de la francesa y estuvimos ahí relajadas y chilleando con la musquita estilo lounge de la francesa, tomando el sol, leyendo y tomándonos una copita de proseco. En eso viene una camioneta 4Runner Blanca y se pega al restaurant de la francesa y pone un reggaetón a todo volumen. ¡Qué riñones! Como si la playa no fuese gigantesca, como si este no fuese uno de los pocos sitios con su propia música (y cornetas bien grandes para “marcar territorio”) y como si no hubiesen dos zonas gigantescas especialmente ocupadas toda la vida por las camionetas 4x4, donde, en ese momento, sólo había una, cuando caben como cincuenta (en cada una).
Que indignación tan grande. La gente de este país es sencillamente cómoda y egoísta. Sólo piensan en ellos y en su comodidad y en qué es fino para su día de playa. Porque alguien con un poquitiquiiito de decencia y sentido común dice “coye, ya va, aquí hay un negocio con toldos alquilados, y gente tranquila que está disfrutando de una música bien tranquila, yo mejor me voy para un sitio donde pueda disfrutar de mi música sin molestar a los demás, que evidentemente tienen gustos musicales contrarios a los míos”.
Termina uno escuchando una ñapa de reggaetón y una ñapa de lounge, una mezcla horrible, como si fuese todo un arroz con mango. Estábamos todas fúricas, en eso mi tía, ya amenazando con ir a poner al chico en su lugar, aprovecha que se nos acerca un chamito de estos que piden permiso para echar el cuento del Castillo Fortín (a cambio de lo que sea), y le pide por favor no nos eche el cuento, que no los sabemos de memoria, que mejor vaya donde el chamo a decirle que baje el volumen de su música. El chamito salió corriendo, nos señaló, y el grosero le bajo algo el volumen (pero ni remotamente suficiente).
En fin. Es como dice mi amigo Roberto, vivimos en una jungla. De gente ignorante y egoísta y sencillamente animal. Contra ellos y los otros animales que están en el poder, los diez pendejos con educación y sentido común que quedamos, no podemos. Me podrán decir lo que quieran, pero no podemos. Es una fuerza mayor.
Pero bueno, a pesar de que parezco una amargada por el cuento este, les cuento que no dejé que me arruinara la velada. Igual seguí leyendo (más sobre mis lecturas margariteñas en la próxima entrada), tomando mi proseco, y también, en dos oportunidades, me bañé divinamente en el mar.
Amo bañarme en Playa Caribe. Las olas son dantescas y explotan en toda la orilla, así que entrar y salir es todo un reto (lo que lo hace mucho más interesante) y luego, una vez que estás adentro, disfrutas de un agua helada y terapéutica, unos “sapitos” sabrosos, y luego la adrenalina de “como carajo me salgo de este mar sin que me remolque una ola hasta ahogarme”. Es extrañamente divertido para mí. Sólo me quedan tres días más en la isla y sí, estoy que lloro.
3 comments:
Hay que mal anda Venezuela!...me imagino que mas pronto que tarde emigraras como tantos otros, es lo normal supongo. Las personas normales con algo de civismo cada día tienen menos cabida en esta delirante comedia que se ha convertido Venezuela. Yo me conformo con tus relatos soy demasiado cobarde para afrontar la vida en CCS.
PD: no te conozco personalmente, simplemente te recuerdo de verte por la UCAB, perdona por la broma!
Jajaj Ani, para personas como yo, que tienen MESES sin ir a la playa, este post es envidiable.
Yo desde hace tiempo estoy pensando en alguna medida drástica para sabotear a esas camionetas con música de mal gusto. En Higuerote ya dos veces me ha tocado cerca una Merú con algún pajuito con reggae/reggaetón a todo volumen. En otra ocasión, una camioneta con salsita de esa que abunda en los buses caraqueños. Insufribles.
Con todo y eso, me dio envidia (de la buena, si es que existe tal cosa) este post. ¡Disfruta!
Y feliz cumpleaños bloggero ;)
Gracias, Isa! Totalmente de acuerdo contigo amiga, hay que buscar una solución dramática a esos abusadores. Si tan sólo pudiésemos desconectar la bateria del carro, y enterrarla en algún lado sin que se dieran cuenta, jajaja.
Me acuerdo hace años que viajé para San Felipe, de trabajo, y me tuve que ir en un autobusito de esos que se agarran ene l terminal de La Bandera.. esa vaina sonó reaguettón toda el camino, no tenía ventanas y el viento hacía que se tambaleara de un lado a otro el autobus. Te lo juro que fue de película de terror, jajaja
Besitos
Ani
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