Carlota. Una mujer como pocas. Una mujer de pocas palabras. Tan preocupada por emprender diversos caminos, que nunca logró culminar uno solo.
Carlota, siempre estuvo ahí en las buenas. Sí, de esas mujeres que pretenden saberlo todo, pero que en verdad, no saben nada. Poco le importaban las apariencias y tenía la capacidad de ver más allá de una mirada. Era de esas intelectuales que se llenan la boca hablando de libros y de autores, pero que en verdad, nunca comprendía el significado entre sus letras.
Se enmascaraba de ser perfecta, pero por dentro ella misma sabía que no lo era. Yo bien estaba al tanto que no lo era, porque yo sí conocí a la verdadera Carlota. Yo viví con ella. No era fácil. Era muy buena en las buenas, pero pésima en las malas. Conocía el verdadero significado de una sonrisa, y la eterna agonía detrás de una tristeza.
La última vez que vi a Carlota, recuerdo bien, era el segundo del primero del año. El reloj marcaba apenas las 3 de la mañana, aún por venir. Se volteó, y me pregunté si era realmente ella. La persona que yo vi, estaba totalmente invadida de soledad y en su mirada se veía un mar de profundas tristezas adueñadas del olvido.
La vi, mientras la luz se enredaba entre sus cabellos, y me veía con esa mirada tan penetrante y adueñada de tristezas, que me pegó como un fuerte grito de auxilio al oído. Así, al menos por un instante, fui sintiendo su desconsuelo. Sus ojos, hechos agua, derramaban una lágrima que poco a poco se iba resbalando sobre sus mejillas. Una lágrima que proyectaba su miserable angustia y su tan desesperante ahogo.
Carlota ya no hablaba. ¿Hablar? ¿Para qué? Carlota ya no tenía nada que decir. Su vida se había convertido en una constante búsqueda de algún significado más allá de lo ordinario, ya fuese de amor, felicidad o vida; quizás de cualquier otra cosa que la alejara fuera de ese camino al abandono de si misma.
La verdad es que Carlota añoraba en su vida todo aquello sobre lo que constantemente leía dentro de sus novelas de ficción. Pero Carlota poco sabía lo irreal que era esa vida sin ninguna acción.
¿Vivía? Si, vivía, pero sólo en una eterna agonía de sufrimientos y de soledad. Se inyectaba la tristeza, mientras ésta iba dejando la marca en su piel. Marcas que la mortificaban, recordándole a cada momento sus constantes tormentos.
Muchas fueron las veces que traté de ayudarla, pero Carlota, Carlota me abandonó. Me dejó en consecuencia de las malas lenguas y de las malas juntas. Me dejó pocas cosas, entre ellas un pero, un ¿por qué? Y por supuesto, la promesa de no volverla a ver nunca más. Lamenté eso, pero nunca me rendí. Nunca dejé de ayudarla, de llamarla, de quererla, en fin, de buscarla.
La conocía, la conocía bastante bien. Sabía lo que pensaba poco antes de hablar. Se dejaba llevar por las influencias, pero también se hacía pensar. Sentía nuestro afecto de amigas, de hermanas, de compañeras que se ayudaban pero que además, nunca se debían dejar olvidar. Carlota rompió nuestro pacto, pues con el tiempo se alejó de mí y no dejó rastro. Me dolió, me dolió su ausencia, su engaño, su tristeza, su abandono, pero más aún su indiferencia.
Se me pasa la vida recordándola, pensándola, extrañándola. Aún me duelen los minutos sin ella.
Carlota se distanció para sumergirse en su soledad. Para hundirse en su tristeza y olvidarse de los demás. Ella simplemente dejó de buscar. Se consumió entre sus malos vicios y también dejo de pensar, de sentir, de querer y de amar.
Carlota, Carlota ya no tenía nada ni nadie en quién pensar.
Aún la recuerdo en cada instante en que no está. La vida sin ella pasó a ser algo ordinario, dentro de lo normal. La siento en cada espacio y en cada cuerpo que veo en mí andar. Más aún la quiero y la buscaré por siempre, porque siento que la vida sin ella……. la vida sin ella ya no tiene nada que dar.
Y así, Carlota se fue de este mundo, para no volver nunca más.
Ana Cristina Sosa M.
1 comment:
Hola Ana, muy bueno tu relato, me gusta tu estilo...no te sientes un poquito culpable por la ausencia de Carlota?????
GRacias por visitar mi manicomio...vuleve cuando quieras, que yo estaré visitando tu página también
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