Él. Él es dos, y él es uno. Nunca se cuál es cuál. Me confunde. Se asemeja a un laberinto. Basta que pienses haber encontrado la salida cuando te das cuenta que tienes un muro en tu nariz. Maldito muro que no me deja entrar. Malditas paredes llenas de tristezas absurdas que no tienen sentido. Pero él.. él todavía no entiende. No entiende que yo no escogí entrar en este laberinto. En este mar de tanto trabajo (gratis, porque ni sueldo me paga) y de confusión. Él me busco. Y me encontró (probablemente sin quererlo, sin saberlo).
En mis sueños me persigue. ¿Por qué, coño, por qué? Las canciones me buscan. Carajo no se ni cómo duermo en las noches. Me trago el asombro. Me atraganto el shock. Mientras busco digerirlo todo, espero tan solo una llamada. Una señal de vida. De interés. Alguna palabra, porque tal vez una estrofa sea mucho pedir. No puedo más. No puedo sentarme a esperar. ¿Qué hago pues? ¿Si no soy así? Cristina me lo pide. Cristina me ruega que lo haga. Cristina lo busca, lo entiende. ¿Yo? Yo solo soy el puente que hace uso de la razón y el sentimiento.
Él piensa que me equivoco. Piensa que lo juzgo. Él... Él no termina de entender que Carlota fue mucho peor que él. Que anita no juzga, solo entiende. Que su vida y la mía son iguales. No. No bastan las coincidencias. Ni los escritos. Ni las canciones para él. Yo.. yo tengo que tragarme la verdad que veo en su nariz. En mi cara. No. No pienso que soy el centro de su vida, no creo que sea ni la mitad de importante para él, como él es para mí. No comenta nada. No hace preguntas. No le interesa conocer, opinar. Yo hago todo por él. Y él no hace nada por mí.
Piensa que soy una mentira. Me quiere ver llorar. Sufrir. ÉL no termina de entender que toda mi puta vida sufrí. Lloré. Que por primera vez en mi vida estoy feliz. Para él, eso no existe. Malditas películas que lo hacen sentirse así. Él no quiere ver fuera de su laberinto. A veces siento que hasta quiero sumergirme en su dolor. Así sea por un instante, para ver si al menos así, consigo entender algo que aún no he logrado procesar. ¿Por qué tanto miedo? Miedo a la vida. Miedo a la muerte. Miedo a creer. Miedo a vivir algo diferente. A tener una conversación atípica. Miedo a la aventura. A lanzarse a la deriva. AL mar fuerte. A la muerte. Pero sobre todo, miedo a ser auténticamente feliz. Encima de todo, tiene las agallas de verme a los ojos y decirme que el es feliz. No sabes lo que es ser feliz. No tienes ni puta idea. Máscaras. Máscaras y más mascaras. Pantallas. Silencios. Mentiras. Vacíos. Arrogancias que no vienen al caso.
No lo suelta, no deja que nadie lo vea. Lástima para él que yo si lo veo. Lo ví mucho antes de saber quién era. De verlo. De conocerlo. Lo sufrí. Lo sentí. Lástima que eso lo cohíba. Lo intimide. Lo haga odiarme cada segundo de su existencia. No le gusta que le hablen de su verdad en su cara. No quiere reconocer que a lo mejor, alguien sí lo conoce, mejor de lo que él pueda entender. Se jodió. Me importa un bledo si me odia. Que me odie pues. Que me mate. Que lo intente. Nunca lo logrará.
Él. Él piensa que se está comiendo al mundo. Que todos estamos equivocados. No se come bien ni sus propias uñas. No entiende ni lo que él mismo escribe. No sabe ni quién es él.
Me importa un bledo quien ha llorado más aquí. No me interesa en realidad. Que se joda. Aquí nadie es mejor que nadie. Cada quién es como es.
Sin encontrar explicación alguna, y en contradicción a las ganas que tengo de pellizcarlo hasta morir, siempre busco la manera de respirar su propio aire. De sentir su alma. De escuchar lo que tenga que decirle a la mía. Se buscan. A cada instante se buscan. Quiero protegerlo. Ayudarlo. Abrazarlo. Quererlo. Hacerlo reír auténticamente. Hacerlo sentir. Amar. Querer. Apreciar. Despertar. Brindarle una amistad y que sin decirle que hacer o que sentir, haga y sienta. A lo mejor, cantarlo de vuelta a la vida.
Pero no, él no se deja.
Sumérgete en tu mundo mísero si es lo que crees que te hace feliz. Búrlate en la cara del destino, si es lo que te provoca. Sigue creyendo que hay que ver para creer, para que veas como nada en la vida se te va dar. Sigue perdiendo, sin aceptar ganar : Amor. Cariño. Amistad. Comprensión. Sigue así. Pronto seré yo la que te verá a ti enterrado en el cementerio de la cobardía y el engaño.
En mis sueños me persigue. ¿Por qué, coño, por qué? Las canciones me buscan. Carajo no se ni cómo duermo en las noches. Me trago el asombro. Me atraganto el shock. Mientras busco digerirlo todo, espero tan solo una llamada. Una señal de vida. De interés. Alguna palabra, porque tal vez una estrofa sea mucho pedir. No puedo más. No puedo sentarme a esperar. ¿Qué hago pues? ¿Si no soy así? Cristina me lo pide. Cristina me ruega que lo haga. Cristina lo busca, lo entiende. ¿Yo? Yo solo soy el puente que hace uso de la razón y el sentimiento.
Él piensa que me equivoco. Piensa que lo juzgo. Él... Él no termina de entender que Carlota fue mucho peor que él. Que anita no juzga, solo entiende. Que su vida y la mía son iguales. No. No bastan las coincidencias. Ni los escritos. Ni las canciones para él. Yo.. yo tengo que tragarme la verdad que veo en su nariz. En mi cara. No. No pienso que soy el centro de su vida, no creo que sea ni la mitad de importante para él, como él es para mí. No comenta nada. No hace preguntas. No le interesa conocer, opinar. Yo hago todo por él. Y él no hace nada por mí.
Piensa que soy una mentira. Me quiere ver llorar. Sufrir. ÉL no termina de entender que toda mi puta vida sufrí. Lloré. Que por primera vez en mi vida estoy feliz. Para él, eso no existe. Malditas películas que lo hacen sentirse así. Él no quiere ver fuera de su laberinto. A veces siento que hasta quiero sumergirme en su dolor. Así sea por un instante, para ver si al menos así, consigo entender algo que aún no he logrado procesar. ¿Por qué tanto miedo? Miedo a la vida. Miedo a la muerte. Miedo a creer. Miedo a vivir algo diferente. A tener una conversación atípica. Miedo a la aventura. A lanzarse a la deriva. AL mar fuerte. A la muerte. Pero sobre todo, miedo a ser auténticamente feliz. Encima de todo, tiene las agallas de verme a los ojos y decirme que el es feliz. No sabes lo que es ser feliz. No tienes ni puta idea. Máscaras. Máscaras y más mascaras. Pantallas. Silencios. Mentiras. Vacíos. Arrogancias que no vienen al caso.
No lo suelta, no deja que nadie lo vea. Lástima para él que yo si lo veo. Lo ví mucho antes de saber quién era. De verlo. De conocerlo. Lo sufrí. Lo sentí. Lástima que eso lo cohíba. Lo intimide. Lo haga odiarme cada segundo de su existencia. No le gusta que le hablen de su verdad en su cara. No quiere reconocer que a lo mejor, alguien sí lo conoce, mejor de lo que él pueda entender. Se jodió. Me importa un bledo si me odia. Que me odie pues. Que me mate. Que lo intente. Nunca lo logrará.
Él. Él piensa que se está comiendo al mundo. Que todos estamos equivocados. No se come bien ni sus propias uñas. No entiende ni lo que él mismo escribe. No sabe ni quién es él.
Me importa un bledo quien ha llorado más aquí. No me interesa en realidad. Que se joda. Aquí nadie es mejor que nadie. Cada quién es como es.
Sin encontrar explicación alguna, y en contradicción a las ganas que tengo de pellizcarlo hasta morir, siempre busco la manera de respirar su propio aire. De sentir su alma. De escuchar lo que tenga que decirle a la mía. Se buscan. A cada instante se buscan. Quiero protegerlo. Ayudarlo. Abrazarlo. Quererlo. Hacerlo reír auténticamente. Hacerlo sentir. Amar. Querer. Apreciar. Despertar. Brindarle una amistad y que sin decirle que hacer o que sentir, haga y sienta. A lo mejor, cantarlo de vuelta a la vida.
Pero no, él no se deja.
Sumérgete en tu mundo mísero si es lo que crees que te hace feliz. Búrlate en la cara del destino, si es lo que te provoca. Sigue creyendo que hay que ver para creer, para que veas como nada en la vida se te va dar. Sigue perdiendo, sin aceptar ganar : Amor. Cariño. Amistad. Comprensión. Sigue así. Pronto seré yo la que te verá a ti enterrado en el cementerio de la cobardía y el engaño.
Ana Cristina Sosa Morasso
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