Generación del 2007

Hasta hace poco, una de las principales debilidades con la que contaba la sociedad civil democrática en Venezuela para enfrentar la voracidad de un Estado cada vez más invasor, había sido su incapacidad de ganar el interés y la motivación de la juventud. Herederos de los derechos y logros de una modernidad que dimos ya por sentada, sin experiencia para ver la sombra que cernía sobre nuestro propio futuro, los estudiantes, nos habíamos mantenido alejados de la pugna política.

No fue sino hasta hace poco, cuando el gobierno Bolivariano acabó con la señal del canal televisivo RCTV, cuando, así como la “Generación del 28”, -el movimiento estudiantil universitario que protagonizaron un movimiento de carácter académico y estudiantil que terminó con un enfrentamiento con el régimen del entonces sangriento dictador Juan Vicente Gómez-, los jóvenes estudiantes venezolanos, dejamos a un lado la apatía que tanto nos había caracterizado en los años anteriores, y salimos a la calle en manifestaciones multitudinarias con fines estrictamente pacíficos, reclamando por la libertad de expresión y el fin de la concesión a RCTV. No ha sido sólo un instante eufórico que se disipó ante el primer obstáculo, ha sido un reclamo persistente en trance de convertirse en movimiento.

No estaría fuera de contexto recordar cómo nuestra posición política actual se asemeja, en muchos aspectos, a la de Serbia bajo la dictadura de Slobodan Milosevic, dónde, repentinamente, Otpor, un movimiento de resistencia surgido de la nada, integrado por estudiantes menores de 25 años, se convirtió en la punta de lanza que llevó al asalto del palacio presidencial y a la salida de Milosevic.

Así mismo surgió la generación del 2007, una generación que aseguró que la protesta se hiciera pueblo con la “expresión de primavera”, con nosotros, los estudiantes, en las calles, para afirmar la vocación democrática, el compromiso con la paz, la libertad y la justicia, siempre con el apego a la Constitución y leyes de la República.


Somos la mayoría del país y representamos el futuro del mismo. Salimos a la calle sin dejar el compromiso con la educación y con nuestras aulas, hemos reclamado el ejercicio consagrado de manifestar pacíficamente y sin armas. Nuestra exigencia va mucho más allá a la libre expresión en la defensa de la democracia y los derechos humanos. Porque la juventud venezolana de hoy no piensa en próximas elecciones sino en próximas generaciones, más allá de nuestros nombres, apellidos y universidades.

Es así que el movimiento estudiantil venezolano está activado, y en esta coyuntura histórica particular de la historia de Venezuela, está asumiendo un papel protagónico, un papel que había perdido en los últimos años, pero que ahora retoma con fuerza, decisión y dignidad.


El derecho a la libre expresión es uno de los más fundamentales, ya que es esencial a la lucha para el respeto y promoción de todos los derechos humanos. El derecho a la libre expresión es uno de los más amenazados, tanto por gobiernos represores que quieren impedir cambios, como por personas individuales que quieren imponer su ideología o valores personales, callando los otros. La lucha por la libertad de expresión nos corresponde a todos, ya que es la lucha por la libertad de expresar nuestro propio individualismo. Respetar la libertad de los demás a decir cualquier cosa, por más ofensiva que la consideremos, es respetar nuestra propia libertad de palabra.

Ana Cristina Sosa Morasso