El diluvio comenzó alrededor de las 3 de la tarde. Nadie pensó que ese infinito cielo color azul pastel, fuera a llenarse de esas nubes negras que ocultan detrás de ellas un oceano infinito de agua que luego cae sobre nosotros. Ese día la lluvia no dejó de cesar. Pasaron 1, 2, 3, 4, 6, 8 horas, y la lluvía seguía cayendo, como quién no ha bajado en años luz. Mojó todo lo que pudiese mojar, la gente, que claramente no estaba preparada para aquel diluvio, se emparamó de agua. Los niños jugaban debajo de la lluvia, sin saber que horas más tarde estarian batallando la pulmonía o la gripe que les causó ese juego. Las adolescentes corren hacia cualquier techo que les brindase un refugio para que el alisado del pelo no se les dañase. Los adultos intentaban no salir del lugar donde estaban, convirtiendose en los prisioneros N.1. Pero Emiliana Cáceres y su esposo, Adrián Villamediana, decidieron salir a la playa, muy bien abrigados y con sus respectivos paraguas, claro está. El agua salada del mar poco a poco se fue mezclando con el agua dulce que caia del cielo, y creaba un pequeño remolino entre las olas y la arena. A pesar de no dirigirse la palabra, estos quedaron atónitos al ver semejante paisaje en frente a ellos. La espuma se veía más blanca que nunca, pero casi todo lo que los rodeada empezaba a verse en diferentes tonalidades de gris. La tempestad fue limpiando todo lo que mojaba consigo, los carros, los techos, las calles, incluso limpiaba los pecados que la gente habia cometido y uno que otro engaño infiel que le hacía un cónyuge al otro. Pero lo que nadie sabía es que esa lluvía tambien habría de inundar ocho ciudades, de damnificar 800 familias que luego estarían en plazas buscando refugio o la caridad de alguien capás de ayudarlos. La tempestad duró 2 meses y cinco días. Ya para ese entonces a nadie le importaba la pulmonía o la gripe; el engaño o los pecados que fueron "lavados". Para ese entonces la gente rezaba por un rayito de sol. Por un hermoso arcoiris. Por ver los colores de nuevo y no verlo todo en blanco y negro. Emiliana y Adrían dejaron de visitar a la playa, y empezaron a refugiarse bien en su casa, sin salir afuera, al menos que fuese estrictamente necesario. La vida de todos cambió gracias a esa tempestád. Ya los niños no salián a jugar fútbol. Ya los adolescentes no búscaban fiestas ni motivos para salir de casa. Ahora todo era diferente. Las circunstancias hicieron que el mundo cambiase, y así fue como la tempestad afectó el modo de vida de muchas poblaciones. Poco a poco fue dejando de llover, y la gente empezó a creer en Dios otra vez. Los colores empezaron a cobrar vida y los niños volvieron a jugar bajo el sol. Pero nadie olvidaría la tempestad que los afectó por dos meses y cinco días.
Ana Cristina Sosa Morasso
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