La playa que Elías solía frecuentar no era cualquier playa, era LA PLAYA, un lugar desierto y solitario, único para él, dónde solía echarse en la arena, sin importar llenarse de ésta por todas partes, sin importar que el pelo se le llenase de granitos infinitos, sin importar que tal vez se estaba quemando mucho por el sol. Nada de esto importaba, sólo el hecho que el estaba ahí, tranquilo y disfrutando de su vista. Solía mirar hacia el horizonte y meditar sobre la vida, sobre su vida y la de su familia. Sentía gran satisfacción al hacer esto. Aunque no siempre la circustancia era buena, se alegraba con tan solo estar allí. Los amaneceres y los atardeceres eran únicos en la playa, eran verdaderamente especiales, porque estaban ahí, en el lugar perfecto, en su pedazo de paraíso terranal. Ese era su Edén. Esa era la playa que le afirmaba su existencia cada vez que la visitaba. La playa que le despejaba la mente. La playa que le daba sentido a su vida. Un día Elias se tuvo que ir lejos a visitar a un familiar que estaba muy enfermo. Al partir, Elías estaba consciente de que lo que más le iba hacer falta no era su familia, ni su novia, ni los estudios, ni mucho menos el trabajo, era su playa. A los días de haberse partido, Elías fue sintiendo un vacío por dentro muy grande, que no lo podía llenar con nada, y se dio cuenta de lo dependiente que era de la playa. Esto lo aterrizó, pues nunca pensó que el fuese una persona dependiente de nada ni de nadie. Al concientizar esto, Elías empezó a aislarse un poco de la playa, pasó de ir todos los días, a ir una vez a la semana, luego una vez cada 15 días, y asi fue disminuyendo sus visitas al "paraíso terranal" que tanto le gustaba y donde tanto disfrutaba su estadía. A su vez, la playa se entristezo sin su fiel compañero y visitante. Poco a poco las palmeras dejaron de cobrar vida, y fueron muriendo, al igual que la arena fue dejando de ser blanca, y se puso marrón. Las olas se enfurecieron y cada vez eran más fuertes y más grandes. Elías ya nunca volvió a ser el mismo niño inocente que visitaba la playa, y ésta dejo de ser el paraíso terranal, y se convirtió en un lugar hostíl y peligroso para todas las personas que intentaban ir. La playa, y Elias más nunca volverían a verse.
Ana Cristina Sosa Morasso
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