Protegida cual si fuera una niña de 10 años, intento escapar de las paranoias familiares y me dirijo hacia mi café predilecto: El Moma. Me monto en la autopista que va hacia el centro de la ciudad, y me salgo en la salida de la Av. México. Poco después me estaciono en frente al Teresa Carreño. Me aseguro tres veces de haber trancado bien el carro y camino hacia el Ateneo de Caracas. Observo con lentitud las diferentes pancartas publicitarias anunciando las obras de teatro que están por estrenarse. En mi camino, diversos vendedores ambulantes de la economía informal que ha invadido la ciudad de punta a punta, también, aunque lamentándolo mucho, veo que hay una serie de mendigos pidiendo limosna. Continúo con mi trayecto, bajando una serie de escalones y sé que en cuestión de segundos estaré entrando en el café.
Efectivamente, entro en el Moma y observo a mi alrededor: lo usual, varias personas sentadas en los sofás que están a mi izquierda, leyendo el periódico y diversas revistas. En las mesas, a mi derecha, encuentro diversos grupos sentados, charlando y riendo. Algunas personas comen, otras prefirieron beber. Me siento en una mesa que está completamente rodeada de gente y saco mi cuaderno y una pluma con la cuál pretendo estar escribiendo. Realmente estoy un poco ida, pensando en no pensar y al mismo tiempo escuchando las diferentes conversas que me rodean. Todas se unen entre sí y hacen una gran bulla que es dificil identificar y estratificar en diferentes palabras y oraciones.
Hago un intento de concentrarme a lo que vine, y veo que cerca de mí está un señor mayor muy flaco y con unos bigotes blancos muy largos, que tiene un estilo muy particular y carga en sus manos un juego de cartas del tarot. Se pasea de mesa en mesa mientras busca quién le interese ser su próximo cliente. Se acerca a mí, y lo observo fijamente. No sé como explicarles lo que vi en su mirada pero fue algo que me recordó a la canción de Maná "En el muelle de San Blas" cuando describe a una mujer cuyos ojos se le llenaron de amaneceres. Por fin entendí esa frase ya que así mismo tenía la mirada éste señor, creo que fue lo que más me conmovió y asenté con la cabeza para que me leyera el tarot. Se sienta en la silla al lado de la mía y le ofrezco algo de tomar, me acepta un agua con azúcar porque siente que tiene un leve bajón de azúcar. Se presentó como Hugo Márquez el Azzi, me preguntó mi nombre y yo le respondí <>. Hablamos un poco sobre la vida y poco a poco comenzó a dividir las cartas en dos pilones. Me pidió que hiciera una pregunta, que bien podía hacerla en mi mente o decirla en voz alta. Preferí decirla en voz baja (no me escuchó) y lo callé para mí. Fue volteando varias cartas y hablándome sobre lo que depara de mi futuro, frases que bien podían contestar la pregunta que me hice. Me planteó que yo estaba confundida entre dos chicos, y que muy dentro de mí yo sabía cuál debía de escoger, que sólo tenia que esperar que el río de calmara hasta que el agua fuese lo suficientemente transparente para poder saber la respuesta y lo que hay en ello. "Es bueno" pensé hacia mis adentros. Lo siguiente fue increíble, no sé cómo lo supo, pero me dijo que yo estudiaba periodismo y que me veía con mi propio programa de televisión. Le agradecí esto pero le aclaré que realmente no estoy interesada en la TV sino más bien en la prensa escrita. Me dijo que entonces tal vez sería una columna personal pero algo relacionado con los medios era. No se pueden imaginar la hermosa sonrisa que se dibujó en mi rostro de punta a punta. Estaba ya contentísima, poco me podía importar lo que me dijera ahora de los amores, ya eso pasó a ser un segundo plano. Hice otras preguntas a las cuales me respondió cosas buenas e intermedias.. Nada del otro mundo realmente, pero se notaba que te leía la mente aquel hombre. Hablamos un buen rato y al final me dijo que él no cobraba, que le diera lo que quisiera y que, si algún día no tenía nada que ofrecerle de dinero, esto poco importaba, que él lo que pedía era una pequeña ayuda para poder continuar con su trayecto. Muy agradecida le di 10 mil Bs., y me quedé en aquél café pensando sobre todo lo que me había dicho.
Me quedé hasta que cerraron, observando cada de detalle de lo que ocurría a mi alrededor. La interacción entre los mesoneros y los clientes, las diferentes parejas que habían, en la mesa al lado mío había una que consistía en un hombre moreno –mayor- y una barbie catira, con un cuerpazo que lucía tremendo escote que poco dejaba a la imaginación. Algo en su conversación, en la cuál discutían sobre alguna eventualidad, parecía decirme a gritos que eran amantes, esto no lo se a ciencia cierta pero fue la impresión que me dio. El mesonero que me estaba atendiendo estaba bastante impaciente, tal vez porque yo ya llevaba 5 Cocacolas y aún no me había molestado en pedir la cuenta, me dice que ya la caja está cerrando, y yo procedo a decirle que me la traiga. A mi izquierda hay un chamo que luce un tremendo afro lleno de rasta, acompañado de una mujer morena, muy oscura, pero bastante atractiva. Bohemios, pensé, ahora seguro van a proceder a fumar narguile o algo por el estilo.
En frente a mí está colgada del techo una pequeña televisión, en la cual se puede observar el canal HTV, sólo observar ya que está en mute, proyectan unas mujeres cuyos rostros se dividen y se van poniendo cada vez más borrosas hasta que parecen nubes en mi mente. Veo como ya la cocina está cerrada, y los cocineros van saliendo. Hay un señor que escribe impacientemente en su celular, está sólo y viste casualmente. "A este lo embarcaron" pensé. Ya no queda casi gente. Sólo una pareja más, de la cual el señor se levanta y se dirige hacia el baño, la señora se queda pensativa en aquella mesa, mientras termina el último sorbo de café que queda en su copa. Me despido de Mildred, la meitre y salgo. Subo los escalones y me dirijo hacia el carro. Ya no hay vendedores ambulantes y la noche está espectacular. En el cielo: una bella luna llena que alumbra a la ciudad de este a oeste, acompañada de estrellas que nos recuerdan que no todas las noches son tan amargas como a veces pensamos. ¡Qué noche tan buena! pensé. Ojala todas fueran así.
Efectivamente, entro en el Moma y observo a mi alrededor: lo usual, varias personas sentadas en los sofás que están a mi izquierda, leyendo el periódico y diversas revistas. En las mesas, a mi derecha, encuentro diversos grupos sentados, charlando y riendo. Algunas personas comen, otras prefirieron beber. Me siento en una mesa que está completamente rodeada de gente y saco mi cuaderno y una pluma con la cuál pretendo estar escribiendo. Realmente estoy un poco ida, pensando en no pensar y al mismo tiempo escuchando las diferentes conversas que me rodean. Todas se unen entre sí y hacen una gran bulla que es dificil identificar y estratificar en diferentes palabras y oraciones.
Hago un intento de concentrarme a lo que vine, y veo que cerca de mí está un señor mayor muy flaco y con unos bigotes blancos muy largos, que tiene un estilo muy particular y carga en sus manos un juego de cartas del tarot. Se pasea de mesa en mesa mientras busca quién le interese ser su próximo cliente. Se acerca a mí, y lo observo fijamente. No sé como explicarles lo que vi en su mirada pero fue algo que me recordó a la canción de Maná "En el muelle de San Blas" cuando describe a una mujer cuyos ojos se le llenaron de amaneceres. Por fin entendí esa frase ya que así mismo tenía la mirada éste señor, creo que fue lo que más me conmovió y asenté con la cabeza para que me leyera el tarot. Se sienta en la silla al lado de la mía y le ofrezco algo de tomar, me acepta un agua con azúcar porque siente que tiene un leve bajón de azúcar. Se presentó como Hugo Márquez el Azzi, me preguntó mi nombre y yo le respondí <
Me quedé hasta que cerraron, observando cada de detalle de lo que ocurría a mi alrededor. La interacción entre los mesoneros y los clientes, las diferentes parejas que habían, en la mesa al lado mío había una que consistía en un hombre moreno –mayor- y una barbie catira, con un cuerpazo que lucía tremendo escote que poco dejaba a la imaginación. Algo en su conversación, en la cuál discutían sobre alguna eventualidad, parecía decirme a gritos que eran amantes, esto no lo se a ciencia cierta pero fue la impresión que me dio. El mesonero que me estaba atendiendo estaba bastante impaciente, tal vez porque yo ya llevaba 5 Cocacolas y aún no me había molestado en pedir la cuenta, me dice que ya la caja está cerrando, y yo procedo a decirle que me la traiga. A mi izquierda hay un chamo que luce un tremendo afro lleno de rasta, acompañado de una mujer morena, muy oscura, pero bastante atractiva. Bohemios, pensé, ahora seguro van a proceder a fumar narguile o algo por el estilo.
En frente a mí está colgada del techo una pequeña televisión, en la cual se puede observar el canal HTV, sólo observar ya que está en mute, proyectan unas mujeres cuyos rostros se dividen y se van poniendo cada vez más borrosas hasta que parecen nubes en mi mente. Veo como ya la cocina está cerrada, y los cocineros van saliendo. Hay un señor que escribe impacientemente en su celular, está sólo y viste casualmente. "A este lo embarcaron" pensé. Ya no queda casi gente. Sólo una pareja más, de la cual el señor se levanta y se dirige hacia el baño, la señora se queda pensativa en aquella mesa, mientras termina el último sorbo de café que queda en su copa. Me despido de Mildred, la meitre y salgo. Subo los escalones y me dirijo hacia el carro. Ya no hay vendedores ambulantes y la noche está espectacular. En el cielo: una bella luna llena que alumbra a la ciudad de este a oeste, acompañada de estrellas que nos recuerdan que no todas las noches son tan amargas como a veces pensamos. ¡Qué noche tan buena! pensé. Ojala todas fueran así.
Ana Cristina Sosa M.
2 comments:
Ciertamente interesante noche a solas con un mago...
Saludos
Por cierto leí Tu Carlota...me gustó mucho y te deje comentarios por allá
Saludos de nuevo y gracias por vistarme
Muy, muy bueno Anita. Lograste describir muy bien el entorno y tu interior, todo eso que pasaba por tu cabeza. Me gustó mucho esta crónica urbana, además que el Moma también es uno de mis cafés favoritos. Tenemos que ir entonces cuando vuelvas, si es que vuelves claro jeje,
un abrazo
Post a Comment